¿Los Dj de música electrónica son músicos?

Nos sumamos al debate y analizamos con detenimiento el trabajo de los DJ. Por José Roa

Curiosidades01/08/2022EditorEditor

La definición de música es un proceso complicado, por eso mi latente egolatría quizás me lleve a realizar afirmaciones categóricas que son, de hecho, muy refutables. Pero no con el mecanismo de la guillotina en la mano, aquí no pretendo ser correcto y, si se me permite, trato de ser tajante. Por eso jamás consideraré músico al que toma el sendero de la electrónica; electrónica por cómo la entendemos hoy en día.

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En los años 60, un claustro de científicos locos inventó el nuevo paso en la evolución instrumental: el sintetizador. Aquella máquina de infinito cableado creaba sonidos inalcanzables desde cualquier otro instrumento, pero siempre con la interacción del instrumentista. El artefacto seguía utilizando el mundo físico para generar sonido a través de osciladores, filtros y maravillosa electricidad. Lamentablemente, todo el mundo quería uno, así aparecería el secuenciador y el archienemigo de la interpretación musical: el sampler.

Todo sonido existente en la naturaleza debía ser grabado, procesado e introducido en uno de estos sintetizadores que, entonces, se desligaban del mundo tangible. Con presionar una tecla podías emular desde un piano hasta una flatulencia inducida por una majestuosa resaca; todo eran posibilidades y ninguna merecía la pena.

Así llegamos al día de hoy, donde la electrónica se ha adueñado del pop, donde el instrumentista ha dejado de ser necesario y se ha visto sustituido por su homólogo digital. Las bases han desplazado al batería como los samplers y los secuenciadores han eliminado al músico. Sí, digo músico, porque tocar botones con sonidos grabados no es hacer música y tengo varios motivos:

El “sampleo” o utilización de sonidos pregrabados es una enfermedad ya crónica de imposible eliminación; o mi pesimismo, al menos, me hace creer eso. Tocar un solo botón o una sola tecla emite decenas de notas, armonías, melodías y ritmo en una sola acción. Lo que produce sí es música, cumple las normas (más o menos), pero no se puede considerar músico al que lo ejecuta. Básicamente, se ejecuta con independencia, él da la orden y las notas comienzan a danzar solas, ¿o acaso el que gira la manivela del organillo es músico? No, vende barquillos de galleta.

Si me lo pienso un par de veces, quizás hasta dude de que ese sonido autónomo pueda ser incluso denominado “música”, es decir, sonidos organizados con armonía, melodía, ritmo y una función estética. La armonía puede ser inexistente y la función estética un recuerdo de cuando la música era real. Busca la efectividad, la atención, pero carece de la complejidad que la ordenación de sonidos requiera para poder ser tratada como música.

La mayoría de la música electrónica -salvo los movimientos independientes y experimentales que vivimos ahora- hace acopio de creaciones ajenas. Remixes de temas ya compuestos, samples de otros temas introducidos en sus creaciones, etc. Y por no hablar de la cantidad de plagios que existen en la música electrónica. Si es que es lógico, cuando no necesitas ser músico para hacer música, no tienes por qué saber componer. ¿Democratización o vulgarización?

Todos sabemos que un músico demuestra su talento en directo, sobre las tablas de un escenario.  Con la música electrónica, el término directo se desvirtúa. Tenemos a los que lo hacen bien, como The Prodigy, y quien puede tener sus aparatos desenchufados, como Justice o Disclosure, y seguir dando espectáculo. Ambas polémicas sacaron a la palestra que sus conciertos pudieran estar pregrabados, pero, ¿no es, de por sí, un género cuyas armas residen en la música ya grabada? No la generan en el instante, como un instrumento analógico. Es el culmen de la vagancia y el despropósito, simular que pinchas. Ya olía mal que David Guetta se dedicara un concierto entero a sonreír con el puño en alto sin tocar un solo botón.

A grandes rasgos, el artista electrónico es un técnico de sonido envidioso por ser el centro de atención en un escenario. El mérito que tienen es igual que el de un técnico en un concierto real, solo que este debe lidiar con lo impredecible de un músico tocando instrumentos de verdad. Así que piénsalo, si pagas una entrada para ver a Skrillex o a Avicii, por ejemplo, que sepas que estás pagando por ver al técnico de sonido de un concierto que ya ha sucedido.

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José Roa es Músico y periodista, formó parte de HABLATUMÚSICA.com de 2010 a 2014, llegando a ser editor jefe y alcanzando especial repercusión con su columna 'La Guillotina', editada en 2013 y 2014.

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