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“Dos monólogos no hacen un diálogo”, dijo Jeffrey L. Daly. Sin embargo, eso es precisamente lo que ocurre cuando una actitud defensiva irrumpe en la comunicación. Se queman los puentes del entendimiento y cada persona se siente aislada e incomprendida.
Curiosidades14/06/2021Si en alguna ocasión has intentado plantear un problema y has recibido un ataque como respuesta, es probable que esa actitud defensiva te haya hecho sentir como si no le importarás. Sientes que tus sentimientos no importas. Que tú no importas. Te sientes herido, frustrado y enojado.
El primer paso para impedir que esos sentimientos hagan descarrilar la comunicación consiste en comprender que esa actitud defensiva no suele ser intencional. Generalmente es una reacción instintiva con la que la persona se protege cuando se siente insegura o amenazada por algo que has dicho o hecho.
Comunicación defensiva, una cadena de reactividad
La comunicación defensiva se produce cuando un mensaje es percibido como amenazante y activa la necesidad de protegerse. Cuando una persona se siente atacada, piensa que la única respuesta posible es el ataque.
El problema es que su comportamiento defensivo suele generar una cadena de reactividad. Su interlocutor también se sentirá atacado y reaccionará poniéndose a la defensiva. Así se desencadena una espiral negativa de emociones intensas que puede desembocar en un estallido de rabia o frustración.
Cuando se instaura una comunicación defensiva, el conflicto inicial crece. La relación se tensa y disminuye la confianza en poder resolver el problema porque cada persona se cierra a las razones del otro. Si ese patrón se repite a lo largo del tiempo, llega un punto en el que la relación se estanca y la comunicación se convierte en un intercambio de críticas y reproches que puede terminar lastimando profundamente a ambos.
En algunos casos, esas actitudes defensivas llegan tan lejos que las personas dejan de comunicarse y solo se atacan. La instauración de un hábito defensivo hace que cada palabra sea recibida como un ataque personal, independientemente de su contenido e intencionalidad. Las palabras se vacían de significado y solo se reacciona emocionalmente ante la persona percibida como el “enemigo”.
¿Por qué se desata la respuesta defensiva?
Psicólogos de la Universidad de Flinders analizaron cuándo se suelen activar las actitudes defensivas. Realizaron dos experimentos. En uno de ellos, los participantes recordaron una transgresión interpersonal y en el otro vieron un documental que les generó un sentimiento de culpa. En ambos casos, la actitud defensiva aparecía cuando las personas se enfrentaban a una amenaza social o moral que les hacía sentir rechazados.
Todos necesitamos ser validados y aceptados. En cambio, se ha comprobado que cuando nos sentimos rechazados o despreciados en nuestro cerebro se activan los circuitos neuronales del dolor físico. Si percibimos las palabras de nuestro interlocutor como un rechazo o un desprecio hacia nosotros, nos sentimos dolidos, literalmente, y reaccionamos poniéndonos a la defensiva para evitar que nos siga dañando.
Sin embargo, ¿por qué percibimos como un ataque algo que no lo es?
En el fondo, las reacciones defensivas desproporcionadas son el resultado de la inseguridad. Es probable que las palabras de nuestro interlocutor hayan puesto en entredicho los valores, creencias o características con los que nos identificamos. Nuestro ego se siente atacado y responde protegiéndose.
Obviamente, las personas más inseguras y sensibles, así como aquellas que lo llevan todo al plano personal., son más propensas a reaccionar poniéndose a la defensiva porque su ego se sustenta en un equilibrio muy delicado. También lo son quienes tienen dificultades para reconocer sus errores y asumir sus responsabilidades porque creen que aceptar sus fallos significa valer menos.
PHES, la fórmula para lograr que una persona sea receptiva
No puedes controlar las reacciones de los demás, pero si te comunicas de manera constructiva podrás aumentar las probabilidades de que te escuchen. Imagina la comunicación como una danza entre dos personas. Cada movimiento/palabra de uno de los bailarines/interlocutores tendrá un impacto en el otro, que tendrá que cambiar su comportamiento en consonancia.
La fórmula para lograr que una persona a la defensiva te escuche y se muestre más receptiva es sencilla: PHES. Es el acrónimo de Positividad, Hechos, Emociones y Solución.
Positividad
Comienza diciendo algo positivo. Cuando inicias tu discurso indicando algo positivo, tu interlocutor será más propenso a bajar sus defensas y se mostrará más receptivo a tus palabras. Así también le demuestras que no eres una “amenaza”. Puedes comenzar poniendo de relieve vuestra relación con frases como: “sabes que te estimo mucho” o “me preocupo por ti”. También puedes apelar a las características positivas de tu interlocutor diciendo: “sé que eres una persona razonable”.
Un estudio realizado en la Universidad de California reveló que es importante introducir esas frases positivas y reafirmantes al inicio de la conversación pues su eficacia disminuye si las incluyes más tarde o cuando ya se ha puesto en marcha la conducta defensiva. Por consiguiente, asegúrate de comenzar con buen pie.
Hechos
Para evitar que una persona se ponga a la defensiva, es importante ceñirse a los hechos. Intenta ser lo más específico posible, pero sin añadir detalles banales. Sigue la cadena de eventos y las palabras que se dijeron, pero intenta no realizar ningún juicio ni interpretación porque así solo estarías fomentando la actitud defensiva.
De hecho, se ha demostrado que el discurso descriptivo, más que el evaluativo, disminuye la resistencia porque la persona no siente que la estás evaluando o juzgando. En un primer momento, simplemente limítate a exponer la situación problemática que te gustaría abordar. Así activas el pensamiento racional de tu interlocutor y creas un punto de partida común.
Emociones
En este punto puede entrar en juego la subjetividad. Por tanto, expresa cómo te has sentido y cómo esos hechos te han afectado. Es importante que hables en primera persona porque se ha comprobado que el uso del “yo” disminuye la actitud defensiva y acerca posturas.
Si te sientes vulnerable, no temas mostrarlo. Una persona no siente la necesidad de ponerse a la defensiva cuando reconoce que su interlocutor es tan vulnerable como él/ella. Así también estarás activando la empatía y lograrás que esa persona te comprenda mejor. En cualquier caso, evita las generalizaciones o recriminaciones.
Solución
Sacar a la luz el problema y utilizarlo como una “patata caliente” suele ser el camino más directo para romper el diálogo. El problema se convierte en un arma arrojadiza que el otro debe resolver. Esa persona sentirá que le estás reprochando o culpando, además de poner toda la responsabilidad sobre sus hombros. Por tanto, es comprensible que se ponga a la defensiva.
Por eso, antes de plantear un tema importante, es conveniente que reflexiones y pienses en una solución para que puedas proponerla como señal de buena voluntad. Quizá no tengas una respuesta. Suele pasar. En ese caso, puedes decir: “no sé cómo podemos resolverlo, pero estoy seguro de que juntos podremos hallar una solución”. Lo importante es que muestres tu implicación y compromiso, de manera que la otra persona se sienta apoyada.
Saber cuándo capitular
Hay ocasiones en las que la comunicación degenera y la otra persona se pone demasiado a la defensiva como para escuchar razones. Es importante que no muerdas el anzuelo y mantengas la calma. Si respondes con ira, será como echar combustible al fuego. En esos casos, lo más inteligente suele ser posponer la conversación.
Dile que no ves posible llegar a un entendimiento en ese momento y que es mejor hablar más tarde. Si se trata de una persona cercana y significativa para ti, en otro momento puedes mencionar su actitud defensiva, sin reproches, para intentar comprender cómo la estás activando. A fin de cuentas, la comunicación siempre es cosa de dos.
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