Los experimentos más escandalosos que se han hecho contra la humanidad para estudiar enfermedades

Se hicieron durante la Segunda Guerra Mundial en Alemania y Japón con prisioneros. También hubo experimentaciones en cárceles en EE.UU. Al conocerse, se hicieron códigos y normas para defender el derecho a aceptar o rechazar la participación en ensayos clínicos.

Curiosidades 30/05/2021 Editor Editor

Hoy existen pautas y normas que protegen los derechos de las personas que se ofrecen como voluntarios para contribuir con el desarrollo de vacunas y terapias, como las que ya se han evaluado para el COVID-19. Pero esos resguardos no siempre existieron. Recién se hicieron como respuesta a los más escandalosos experimentos contra la humanidad durante la Segunda Guerra Mundial, que se llevaron a cabo sin el consentimiento de las personas involucradas.


Inmersión en agua helada durante experimentos de hipotermia en el campo de concentración de Dachau. Lideran el experimento el profesor Holzlohner y el Dr Rascher. Los prisioneros no se ofrecieron ni dieron su consentimiento: fueron obligados a participar (Universal History Archive/UIG/Shutterstock)

Días atrás, la cantante Xuxa volvió a reavivar la polémica al proponer que se hagan experimentos con personas que están en las cárceles en lugar de sacrificar animales en los laboratorios. “En mi opinión, creo que hay mucha gente que ha hecho muchas cosas malas, que están ahí, pagando sus errores para siempre en la cárcel, y que podrían ayudar en estos casos, para experimentos, ¿sabes? Creo que, al menos, servirían para algo. Para salvar vidas, con la medicina, con todo”, dijo Xuxa.

Además, la cantante brasileña justificó su controvertida posición: “Ahora vendrán los defensores de los derechos humanos y dirán que no, que con ellos no se pueden utilizar. Pero si ya está probado que son personas que van a vivir 60 años en prisión, 50 años en prisión, y van a morir allí, yo creo que podrían usar un poco de su vida para ayudar a algunas personas, probando medicinas y vacunas, probando todo para ver si funcionan. Esa es mi opinión. Ya que esos presos van a tener que morir en la cárcel, que por lo menos sirvan para ayudar en algo”.

La postura de la cantante generó críticas. Porque la humanidad ya sufrió experiencias nefastas en el pasado que provocaron daños y muertes en las personas que participaron en contra de su voluntad. Entre los escándalos más señalados durante el siglo pasado estuvieron los programas de “investigación” de Alemania y Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

“Una de las mayores atrocidades perpetradas durante los programas de investigación de guerra de Alemania y Japón durante la Segunda Guerra Mundial involucró la infección intencional con patógenos, incluyendo el carbunco (o “anthrax” en inglés), clamidia, cólera, muermo, hantavirus, paludismo o malaria, fiebre paratifoidea, plaga, tétanos, tuberculosis, tifus, y fiebre tifoidea. Esos programas involucraron colectivamente a cientos de víctimas, muchas de ellas murieron”, advirtieron los autores del nuevo libro Human Challenge Studies in Endemic Settings, los expertos en bioética en Australia, Euzebiusz Jamrozik y Michael Selgelid.


En esos programas durante la guerra, hubo prisioneros que se vieron forzados a participar en experimentos. No tuvieron la opción de rechazarlos ni tampoco se buscó contar con su consentimiento. “Se los expuso a la infección sin control de patógenos que se sabía que causaban enfermedades graves”, subrayaron los autores de la nueva publicación de Springer -que es de acceso abierto por pedido de Wellcome Trust-. En algunos casos, hubo torturas y asesinato de los participantes en las experimentaciones. Los conductores de esos experimentos argumentaban que se hacían para mejorar las medidas de protección del personal militar frente a las enfermedades infecciosas.

“Lo que dijo Xuxa remite a una época anterior a los derechos humanos y la bioética. El Código de Nuremberg de 1947 hizo una gran revolución tras la violación de los derechos humanos básicos que se realizó durante la experimentación con grupos vulnerables en Alemania nazi. Surgió el principio de dignidad por el cual ninguna persona puede ser usada como un medio”, subrayó a Infobae el abogado y especialista en bioética Ignacio Maglio, de la Fundación Huésped y miembro del Consejo Directivo de la RedBioética de la UNESCO.

“Los nazis se basaban en un imperativo por el cual el interés de la sociedad estaba por encima de lo individual para justificar los experimentos con presos, gays, gitanos, personas con trastornos mentales, judíos. Sin embargo -señaló Maglio-, la revolución de los derechos humanos y la ética de la investigación postularon el principio de la supremacía del ser humano. Este principio da cuenta de que ni el interés de la ciencia ni de la sociedad puede estar por encima de la dignidad humana. No se puede usar a una persona para ningún fin ni siquiera para ensayos clínicos sin su consentimiento”.

Otro gran escándalo durante la Segunda Guerra Mundial ocurrió en los Estados Unidos. Allí se realizaron investigaciones sobre el paludismo o malaria en las prisiones, como ocurrió en la Penitenciaría de Stateville, en el Estado de Illinois, entre 1944 y 1946: se infectó a los presos con malaria con el fin de probar la seguridad y la eficacia de nuevos fármacos antipalúdicos. Los sometían a picaduras de mosquitos que estaban ya infectados con los parásitos que causan el paludismo.

El caso de Stateville fue investigado en 2013 de manera retrospectiva por Franklin Miller, de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, quien señaló que hubo abusos en la protección del derecho de autonomía de las personas en prisión para aceptar o rechazar la participación en ese tipo de experimentos. A mediados de los años setenta, en los Estados Unidos se prohibió la investigación en prisiones para evitar abusos. Pero con la pandemia ya hay algunos académicos que han reflotado la posibilidad de incluir a los prisioneros en los ensayos clínicos relacionados con la enfermedad COVID-19.

Keramet Reiter, investigadora en ecología social de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, el 23 de marzo pasado publicó un ensayo en el que defiende la idea de diseñar proyectos de investigación ética con personas encarceladas. Sugirió en un reporte del Centro Hastings: “La única respuesta verdaderamente ética podría ser sacar por completo a los posibles sujetos de investigación de la prisión; de hecho, el desencarcelamiento es la principal intervención que han sugerido los defensores de la salud pública y los abogados (...) para mitigar la propagación de Covid-19 en los centros penitenciarios superpoblados”.

Fuente: Infobae

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