Autopsia al cuerpo de Jesús: Cuál fue la verdadera causa de su muerte según la Ciencia

La Ciencia dió a conocer la verdadera causa

Curiosidades01/01/2025EditorEditor

La muerte de Jesús de Nazaret es uno de los momentos más emblemáticos y profundamente debatidos de la historia. Para millones de creyentes, su crucifixión no solo tiene un significado religioso profundo, sino que está rodeada de misterios que aún nos inquietan. El relato bíblico, cargado de simbolismo y fe, describe una serie de eventos que culminan en la muerte de Jesús, pero ¿qué podría decir la ciencia sobre las causas de su deceso? En este artículo, abordaremos la muerte de Jesús desde un enfoque médico, donde los avances científicos nos permiten reconstruir, paso a paso, lo que pudo haber ocurrido en su cuerpo, sin perder de vista la tensión de su doloroso final.


Jesús fue arrestado, interrogado y, finalmente, condenado por el gobernador romano Poncio Pilato. La sentencia era clara: la crucifixión. Un castigo brutal reservado para los criminales más peligrosos. Pero antes de ser colgado en la cruz, Jesús fue sometido a una tortura que parecía no tener fin. La flagelación, un flagrum –un látigo de correas con fragmentos de metal y hueso en sus extremos– destrozaba su piel, sus músculos, sus nervios. La sangre, que fluía de su cuerpo a raudales, se mezclaba con el polvo del suelo, mientras su cuerpo se desangraba lentamente. La flagelación no solo causaba dolor; dejaba a las víctimas en un estado de agotamiento extremo, deshidratadas, al borde del colapso.


Imaginen el dolor. Los estudios médicos sugieren que las víctimas de esta tortura sufrían heridas tan profundas que los músculos quedaban desgarrados, los huesos, a menudo fracturados. Es probable que Jesús estuviera en shock, su cuerpo incapaz de sostenerse por mucho más tiempo. Pero aún le quedaba el peor tormento: la crucifixión.


Colocado en la cruz, Jesús experimentó lo que los médicos llaman "muerte por asfixia". Al estar colgado, las víctimas se veían obligadas a levantar el torso para poder respirar, un esfuerzo extenuante que pronto agotaba las fuerzas. En cada respiración, cada intento por llenar sus pulmones de aire, el dolor aumentaba. Los músculos respiratorios se desgastaban, el corazón se aceleraba, la sangre seguía fluyendo, pero no llegaba a los órganos vitales como debería. La vida de Jesús estaba siendo literalmente arrancada de su cuerpo, y su organismo luchaba, pero no podía sostenerse más.


En medio de esta agonía, algo crucial ocurrió: un soldado romano, al ver que Jesús ya no se movía, decidió atravesar su costado con una lanza. Un gesto rápido, pero con consecuencias devastadoras. La lanza perforó los órganos internos, posiblemente el corazón, liberando un torrente de sangre y fluido. Esta herida podría haber acelerado su muerte, al desangrarlo aún más rápidamente. Los relatos bíblicos mencionan que de la herida brotó sangre y agua, lo que podría ser una indicación de un derrame pericárdico, una acumulación de líquido en el corazón que ocurre en casos de trauma grave.


Los estudios médicos sobre muertes por crucifixión indican que uno de los factores principales que lleva a la muerte es el "shock hipovolémico". La pérdida masiva de sangre, unida al agotamiento extremo, reduce la presión sanguínea de tal manera que el corazón deja de recibir suficiente oxígeno para continuar funcionando. Es una condición letal que, sin duda, fue la causa principal de la muerte de Jesús. La combinación de la flagelación, la deshidratación y la hemorragia interna lo dejó al borde de la muerte incluso antes de llegar a la cruz.


Además, no hay que subestimar el estrés emocional y físico a los que fue sometido. Los relatos bíblicos subrayan el sufrimiento mental que Jesús vivió antes de ser clavado en la cruz, la sensación de abandono y la carga de cargar con los pecados del mundo. Este estrés podría haber contribuido a una condición médica poco conocida pero devastadora: el infarto de miocardio. En situaciones extremas, el cuerpo humano puede reaccionar con un paro cardíaco debido a la presión física y emocional. Un infarto, desencadenado por el dolor, la angustia y el agotamiento, podría haber sido la guinda del calvario para Jesús.


La muerte, sin embargo, no llegó de manera rápida. A lo largo de esas horas de agonía, el cuerpo de Jesús fue empujado a sus límites. La asfixia, el dolor, la hemorragia y el choque terminaron por dejarlo sin aliento. Su cuerpo ya no pudo luchar. La ciencia nos dice que la muerte de Jesús fue una acumulación de factores, una tortura física y psicológica que culminó en un paro cardíaco, acompañado de un colapso multiorgánico debido al estrés extremo que sufrió su cuerpo.


Es imposible saber con certeza cuán precisas son estas teorías desde una perspectiva puramente histórica, pero los estudios médicos sobre muertes por crucifixión coinciden en que los factores mencionados son los principales culpables de una muerte tan dolorosa y prolongada. La ciencia no puede explicar por completo el misterio de la muerte de Jesús, pero sí puede ofrecernos una visión más clara y aterradora de lo que ocurrió en su cuerpo.

 

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