OPINIÓN. Sociedad de la transparencia. Por María del Pico

Cómo el uso masivo de redes sociales ha desatado la guerra entre la intimidad y el smartphone

Opinión 26/05/2022 Editor Editor

Si preguntásemos a un usuario promedio de Instagram su opinión sobre dicha aplicación, probablemente escucharíamos críticas relacionadas con la presión social y la intimidad: todo se expone. 

Este es un juicio compartido y, sin embargo, la aplicación cuenta con 500 millones de perfiles y un crecimiento sostenido. Y es que, no tener redes sociales es no existir. 

¿Por qué seguimos consumiendo por presión social? ¿Acaso no formamos nosotros parte de esa sociedad que presiona?

 

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han trata de explicar en su obra La Sociedad Transparente cómo la humanidad ha generalizado la ruptura de la intimidad. No solo encontramos sobreexposición en los ámbitos político-económicos, sino que ésta se ha extendido a todos los ámbitos de nuestra vida y nosotros lo aceptamos sin cuestión alguna. Es entonces cuando esta exposición es una herramienta de control al servicio del consumismo. Pero, ¿cómo sucede todo esto? Para explicar la situación actual, Han diferencia entre dos términos: sociedad positiva y sociedad negativa.

La sociedad positiva es aquella en la que todo se expone y que contribuye a la permanencia del consumismo. Es decir, la sociedad transparente. En esta cultura, todos nosotros transformamos las acciones íntimas en acciones vacías tan solo con mostrarlas. Nunca publicarías un post en el que discutes con un familiar o en el que simplemente estás sentando en el sofá de casa. Sólo posteamos cuando hacemos un viaje, estamos en compañía u obtenemos un logro. De esta manera, las acciones carecen de su esencia y se transforman en mercancía, se automatizan.

Si todas estas acciones carecen de sentimientos, las sociedades también lo harán y, en consecuencia, perderán su sentido cultural. Es entonces cuando el hombre pasa a ser también un elemento del sistema que consume y produce acciones vacías siguiendo lo que ve y azotando al que no actúa igual. (Han:2013).

La sociedad negativa, por su parte, es la sociedad llena de emociones e inconformismo. Es aquella que no interesa. En la sociedad negativa todo se cuestiona. Para esta situación se utiliza el término de igualdad opaca y su peligro radica en el cuestionamiento del sistema socio-económico. El desinterés de las clases dirigentes por alcanzar esta situación hace que se idealice la sociedad transparente, por lo tanto, se potencia la exposición de nuestras intimidades una vez estas han sido vaciadas de toda emoción. La sociedad transparente no es más que una forma de control. Si tus emociones no son coherentes con las que el resto de usuarios comparten, probablemente las reprimas. ¿En qué momento hemos convertido en negativa la intimidad? Es entonces cuando se perpetua el sistema de control. (Han:2013).

Para ello son fundamentales dos principios: la exposición y la evidencia.

La exposición es la principal herramienta de coacción de nuestra sociedad. Es la forma en que nuestras acciones son vistas por el resto. Aquí es donde entra en juego el poder del “me gusta” y las relaciones sociales contractuales. Nos hemos convertido en esclavos de los likes que, refuerzan nuestra autoestima, pero nos despojan de lo que de verdad importa. (Han:2013).

El otro factor fundamental es la evidencia, es decir, la constancia de la exposición. Toda acción social ha de estar iluminada lo que hace que la motivación de esos actos pierda sentido. ¿Donaría Amancio Ortega parte de su capital a la Sanidad Pública si no lograse semejante cobertura mediática? Y es entonces cuando los medios de comunicación culminan esta sociedad sumisa. El contenido es la intimidad, pero no como teatro, sino como producto. No se informa, se expone. 

Volvemos a lo mismo: acciones vacías de sentido que sirven como ejemplo para los demás y que callan aquellos que piensan diferente. Se consume en alteridad, es decir, viéndonos reflejados en el otro. Pero ¿nos vemos reflejados porque de verdad somos así o porque creemos que tenemos que ser así?

Inmensidad de Reality shows han mostrado durante años intimidades de jóvenes españoles. Muchos de los espectadores creían ver reflejadas en televisión tramas que sucedían en sus vidas, sin embargo, estas no eran más que exposiciones procesadas, hechas producto. Es entonces cuando la audiencia debería cuestionarse si realmente son esos acontecimientos los que suceden en sus vidas o si son los que “tienen que suceder”. (Han :2013).

Probablemente, en mayor o menos medida, todo lo mencionado anteriormente se podría pasar por la cabeza de un ciudadano medio con simplemente analizar un poco la situación actual. Sin embargo, lo que no nos percatamos es que somos nosotros mismos quienes hemos creado esta situación. Exponemos con tanto rigor no porque nadie nos obligue, sino porque todos lo hacen. No hay soberanía, religión u opresor. Hemos sido nosotros quienes vigilamos al conciudadano y castigamos al disidente si no muestra lo que debería mostrar.

Como sociedad, somos rentables. Nos vigilamos a nosotros mismos mediante un sistema de simplificación de las emociones. Lo que no es simple o perfecto, no se expone. Y lo simple y perfecto que se expone es modelo a seguir. Y lo peor es que, somos más conscientes de ello de lo que creemos. 

Fuente:

Han, B. C. (2013). La Sociedad Transparente. Herder.

 

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