María López García: “En las aulas hay muchos estudiantes silenciados por temor a equivocarse”

Lingüista del Conicet y profesora de la UBA, López García publicó un libro en el que aborda la necesidad de reconocer la diversidad lingüística que traen al aula los alumnos, así como los cambios en el idioma y la enseñanza de las normas gramaticales a partir de la lengua real. Por Alfredo Dillon

Opinión13/08/2023EditorEditor

¿Por qué el Word nos corrige las conjugaciones con el pronombre “vos”? ¿Por qué los alumnos ya casi no usan el “usted”? ¿Cuál es la lengua que debería enseñar la escuela y en qué materiales de consulta se pueden apoyar los docentes argentinos? Estos son algunos de los interrogantes que aborda la lingüista María López García, investigadora del Conicet, en su libro ¿Está bien dicho? Hablar y escribir más allá de la ortografía y el diccionario, publicado por Tilde Editora.

Profesora de Dialectología Hispanoamericana en la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires, López García conversó con Infobae sobre la enseñanza de las normas gramaticales, los cambios en la lengua y la necesidad de reconocer la diversidad lingüística que traen al aula los estudiantes.

–¿Qué significa hoy “hablar bien”?

–Hablar bien en general está asociado a la lengua que se enseña en la escuela. Hay un montón de formas que están sindicadas como “mal hablar”, cuando en realidad pueden ser las más adecuadas para ciertos contextos, por ejemplo las famosas malas palabras. En algunos contextos es más esperable decir “la puta que te parió” que decir “qué malo”, una fórmula que usualmente estaría considerada como correcta. Si estamos hablando de la enseñanza escolar de la lengua, es importante tener en cuenta que hay usos lingüísticos que no están previstos para la escuela, pero que sí son deseados en contextos no escolares.

Se espera que la escuela enseñe las formas de la lengua estándar, un término que hay que discutir, porque el estándar no está tan claramente definido. Se supone que la escuela enseña el estándar mediado por las formas de la escritura: que se hable como se escribe. Pero no podés medir con esa pauta cualquier uso lingüístico.

Algunas formas lingüísticas obviamente requieren de entrenamiento. Esas formas necesitan corrección y orientación hasta que el hablante se siente seguro de que puede emplear la lengua en contextos más complejos o más desafiantes.

“Hablar bien” puede ser muchas cosas. Quizá la pregunta es cuál es la forma más adecuada o más efectiva para el propósito comunicativo que vos querés lograr.

–¿Cómo se puede resolver en la escuela la tensión entre garantizar el aprendizaje de la lengua estándar y reconocer las formas de hablar que traen los estudiantes?

–La primera cuestión es cuál es la lengua de esos estudiantes. Nosotros asumimos que la Argentina es un país monolingüe y eso está lejos de la realidad. La Argentina es un país multilingüe en el que se hablan 14 lenguas indígenas, además de lenguas extranjeras, cada una con sus variedades.

Otro problema es que si vos vas a corregir los usos de los chicos hacia un estándar, deberías tener algún parámetro desde el cual definir el estándar. El problema es dónde está. Porque los instrumentos que tenemos para regular los usos lingüísticos son los diccionarios. Hay un diccionario argentino de la lengua, el Diccionario integral del español de la Argentina editado por Tinta Fresca en 2008, pero está en papel y no se editó más.

Hay muchas variedades del español dentro de la Argentina, no tenés diccionarios, no tenés especial descripción gramatical, ¿a dónde te vas a ir a fijar cuál es ese estándar desde el cual vas a guiar los usos lingüísticos en la escuela? Cuando un chico que viene de Corrientes dice “yo voy en mi casa”, ese “en” en Buenos Aires no es estándar, pero en Corrientes sí. ¿Cómo lo corregimos? Es un tema de debate.

–¿El diccionario de la Real Academia Española o el panhispánico de dudas no reconocen las formas que se hablan acá en Argentina?

–El español de la Real Academia no refleja los usos de otras variedades que no sean la de Madrid. El diccionario panhispánico de dudas dice hacerlo pero hay bastantes estudios en Argentina y en otros países que muestran cómo las definiciones correspondientes a las variedades americanas no aparecen o figuran en último lugar.

Por ejemplo, la mayoría de los países americanos usan el “vos”. En algunos países, lo usamos en la norma culta muy extendidamente, como en Argentina, Paraguay, Uruguay, Nicaragua, etcétera. En otros países lo usan en formas subestándares, por ejemplo en Chile. Pero cuando vas a buscar la definición de “voseo” al panhispánico de dudas, la primera que aparece es el uso antiguo para referirse a las más altas autoridades, un “vos” heredado del latín, más respetuoso que el “usted”. Y solo en segundo lugar aparece lo que llaman el “voseo dialectal americano”.

Otra cosa es cómo dialogar con la lengua que traen los estudiantes. La escuela tiene que llevarlos hacia usos más formales y entrenarles la reflexión metalingüística sobre la propia lengua para poder disponer de un repertorio más complejo o más diverso.

–¿Podríamos decir que un buen hablante es el que tiene conciencia de las decisiones que toma en el uso de la lengua?

–Por un lado sí, es un hablante entrenado. Un hablante experto es capaz de ser eficaz en la situación lingüística en la que se ve inmerso. Pero también es alguien seguro de su forma de hablar: un hablante que se anima, que confía en su repertorio lingüístico. Hay muchos hablantes silenciados en Argentina y en las aulas, que no se animan porque tienen temor de equivocarse. La escuela tiene que hacer que los estudiantes se sientan más seguros de sus usos lingüísticos y su diversidad. De hecho, la diversidad lingüística es un contenido escolar, está en los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios.

Se puede empezar por activar la conciencia de que ni Argentina ni ningún país es monolingüe. Que en el aula se pueda hablar de las lenguas, que se pueda arribar al estándar desde la conciencia de la diversidad y no del silenciamiento de lo distinto. No de sindicar el error, sino de ir a ver cómo está funcionando la lengua y desde ahí ir enseñando las prácticas escolares deseadas. Para mí el primer paso es la conciencia de la diversidad lingüística, el conocimiento de las lenguas que se hablan en la ciudad, en el aula; que los chicos no tengan miedo de hablar porque se les note cómo hablan. Eso me parece un primer paso que no es nada obvio. Hay muchos chicos silenciados.

–¿Por qué algunos estudiantes aún creen que el “vos” es más informal que el “tú”?

–Hay muchas condiciones que nos trajeron hasta acá. Una es la inercia de los contenidos escolares. Desde hace 70 años los desarrollos en el área de Lingüística han fundamentado el estatuto de igualdad del voseo en relación con el tuteo. Sin embargo, la escuela continúa con la inercia de los contenidos heredados. Es importante hablar de los instrumentos que se usan para la enseñanza –el diccionario, la gramática–, porque el hecho de que las formas lingüísticas aparezcan ahí les da seguridad al docente y al estudiante. Si no lo que pasa es que, como no aparece en ningún lado, puede ser que todavía sigas pensando que no es correcto vosear en la escritura, en la norma culta o en situaciones formales.

–¿Pero los diseños curriculares y los materiales que llegan a las escuelas todavía no reconocen el voseo?

–Los diseños curriculares no son muy específicos, hablan de las variedades, pero no dicen cuáles son sus características. ¿Cómo hace el docente para tener la seguridad teórica como para ir a plantear un tema que no está suficientemente desarrollado en los materiales? Creo que eso sostiene las representaciones viejas en relación con las cuales las formas del voseo están vistas como inferiores, como indeseadas para la escuela. Es una zona en la que los especialistas estamos trabajando porque tenemos que ofrecerles a los maestros materiales con fundamentación teórica y con ejercicios para trabajar la diversidad desde la gramática.

–¿Entonces el voseo no está incorporado en los materiales escolares?

–Sí. Pero hay docentes que en las consignas en el pizarrón, por ejemplo, evitan el voseo usando el infinitivo, por ejemplo “leer las siguientes oraciones”, o el plural “lean esto y después completen en sus carpetas”. Hay formas en las que se evita. Ya no sucede lo que pasaba en los años 80, cuando te decían “haz la tarea”, una cosa delirante.

Nosotros no usamos el “tú” salvo excepciones, como los chicos en los juegos que imitan las formas neutras, “ey tú, te mataré, maldito”, o los usos ya encriptados en géneros como “Tú, Dios”. El voseo es lo normal en esta variedad lingüística desde hace 200 años, pero el problema es dónde fundamentás tu intuición docente de que tenés que enseñar la lengua que suena en tu sociedad y no lo que está en la gramática de la RAE.

–El corrector de Word también tutea, no reconoce como correcta la conjugación del vos.

–También te corrige el “detrás tuyo” y te pone “detrás de ti”, todas esas fórmulas que son típicas del Río de la Plata, que son usos dialectales de los pronombres posesivos. El Word te los corrige y las maestras también, pero son de la gramática del Río de la Plata. Ahora ¿dónde está escrita esa gramática? Por esa discordancia entre cómo avanzó la teoría y cómo nos retrasamos con el diseño y la disponibilidad de materiales escolares, mucha gente sigue pensando que el voseo está mal.

–¿Por qué resulta más difícil hoy el uso del “usted”? ¿Es posible que esa forma caiga eventualmente en desuso en el Río de la Plata?

–La lengua indefectiblemente cambia. Los estándares, los diccionarios retienen de algún modo el cambio lingüístico, pero avanzan las sociedades y las lenguas con ellas. Si el Río de la Plata tiende a recortar los ámbitos del “usted” y amplía los del “vos”, que es lo que aparentemente está pasando, eso se modifica por las necesidades de la sociedad. Antes a un viejo lo tratabas de vos y se ofendía, ahora lo tratás de usted y se ofende. Nadie quiere ser tratado de usted. Ahora el uso del usted queda recortado al máximo respeto, o si no conocés a la persona y no sabés cómo quiere ser tratada. O para marcar distancia: hay un uso del usted muy claro que es cuando vos querés que la persona se dé cuenta de que te cae mal. Antes no se usaba así; las fórmulas de tratamiento se mueven muy rápido.

Como docente para mí lo mejor que podés hacer es mostrarles los paradigmas completos a los chicos. Cuanto más conocimiento metalingüístico tengan, más capacidad de reflexión. Los docentes tenemos la obligación de que los chicos se lleven de la escuela un set de herramientas metalingüísticas lo más complejo posible. Es deseable ser más plástico para escuchar tu propia lengua y usar esas herramientas en la escuela para analizar la lengua real. Eso convierte a las variedades no en deformaciones de los patrones perfectos, sino que te muestra la condición gramatical de la lengua real. Es una forma de validar la variedad lingüística y la lengua del hablante.

–Hay chicos que no usan el neutro solo para jugar, sino en la vida cotidiana, por influencia de las pantallas. ¿Te parece que esto es un problema para la enseñanza de la lengua en Argentina?

–Primero que no hay un “argentino”: hay muchos, hay variedades. Yo no sé si los chicos una vez que entran a la primaria siguen hablando en neutro. La idea que yo tengo es que hablan neutro de chiquitos y de pronto en la escuela eso se estabiliza, dejan de hacerlo naturalmente, pero la verdad es que no conozco estudios que lo hayan relevado.

En todas las lenguas se han hecho políticas que buscan intervenir en cómo habla la gente. En Argentina se intentó que la gente tuteara; la escuela era absolutamente prescriptiva del tuteo y se enseñaba a los chicos a tutear. De hecho yo me eduqué con los paradigmas verbales de yo-tú-él-nosotros-vosotros-ellos, y se controlaba que los chicos no vosearan en el recreo. No lo lograron: la gente siguió voseando.

Por otro lado, si los chicos traen el neutro a la escuela, lo mejor que podés hacer es trabajar con eso y ver las diferencias. El mejor modo de llegar al estándar es que se perciba la diversidad. Efectivamente, la lengua es diversa y la escuela enseña el estándar como la forma deseada de la Nación, pero ese estándar es una construcción que nunca es del todo la lengua de nadie. Para mí conviene siempre llegar al estándar desde la conciencia de la diversidad: creo que es el modo más operativo para que ningún hablante se silencie. Otra cosa es decir que el estándar es la lengua correcta y a partir de ahí señalar a todos los chicos como hablantes incorrectos de su propia lengua.

Infobae

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