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Mientras tomaba una bebida en la sala de estar del Club Avalon, Iván Valera Benitez escuchó una alerta: “Comando de la Policía Nacional Bolivariana. ¡Manos arriba, quédense quietos!”.
Mundo08/08/2023EditorEl joven venezolano de 30 años estaba el domingo 23 de julio en el Club Avalon, un sauna gay ubicado en la ciudad de Valencia, en el norte de Venezuela.
Iván pensó que era una broma. Aquel era un club privado que disponía de saunas y salas de masajes, un restaurante y una sala de fumadores. Se cobraba entrada y el catálogo de servicios podía consultarse en las redes sociales.
Se sentía seguro en el Club Avalon. Allí no le hacían bromas sobre sus preferencias sexuales ni lo llamaban “ella”, como le ocurría en entornos de nuevos conocidos en los que bromeaban sobre él.
Los uniformados pidieron a los empleados y clientes que los acompañaran hasta la comandancia policial “en calidad de testigos”. Todos siguieron la instrucción, aunque no entendían de qué eran testigos.
Iván y otros 32 hombres estuvieron detenidos durante tres días y fueron presentados ante el Ministerio Público venezolano sin entender por qué.
La policía filtró imágenes en las que se ve a los detenidos de pie junto a una mesa que mostraba como “evidencias” sus cédulas, teléfonos móviles, condones y lubricantes.
Medios locales reportaron que se trataba de una “orgía clandestina”, en la que se habría encontrado “material pornográfico”. Sin embargo, los abogados de la defensa aclararon que no hay pruebas de ello en las actas policiales.
La acusación pública por los delitos de ultraje al pudor, agavillamiento (asociación ilícita) y contaminación sónica causó indignación entre la comunidad LGBT+ venezolana, que denuncia la criminalización de sus miembros por parte de las autoridades.
Los lemas “Liberen a los 33” y “Justicia para los 33” se volvieron virales en las redes sociales. Activistas y familiares de los detenidos protestaron ante los tribunales, la Fiscalía y la comandancia policial vinculada a la redada.
El fiscal general venezolano, Tarek William Saab, dijo que el Ministerio Público pedirá el sobreseimiento del caso y una investigación a los agentes policiales que participaron en el operativo, luego de que las pesquisas mostraran que el club no cumplía las condiciones de salubridad necesarias para estar abierto al público.
BBC Mundo llamó y acudió a la comandancia de la Policía Nacional Bolivariana de Valencia donde estuvieron detenidos para pedir comentarios, pero no obtuvo respuesta.
En este testimonio, contado en primera persona, Iván reconstruye lo que vivió junto al grupo durante la detención el 23 de julio.
“¿Esto eres tú?”
Cuando nos quitan los teléfonos, se exige que cada uno dé la clave.
Una funcionaria agarraba el teléfono (de alguien), lo desbloqueaba y empezaba a revisar sus fotos, sus videos, su vida privada. Y le decía: “¿Esto eres tú? ¿Esto es lo que tú haces?
Llamaba a sus compañeros funcionarios y les decía: “Tan calladito que se ve y mira lo que está haciendo. ¿Este es tu miembro?”.
Eso se lo hicieron a varias personas. A mí no me pasó porque yo no llevé el teléfono a ese sitio, lo tenía descargado.
Cuando nos quitan nuestras pertenencias, un funcionario pasa con un listado y nos dice: “Me vas a decir tu nombre y me vas a dar todo el efectivo que tengas para anotarlo, no se te vaya a perder”.
Ellos dijeron que era la única manera de resguardarlo. Hasta ese momento sostenían que no estábamos detenidos.
Al sol de hoy no sabemos dónde está (el dinero). En la Fiscalía no está. Ese dinero debería aparecer en el acta policial y desapareció.
También nos piden que saquemos los preservativos porque eso era evidencia.
Esto ocurrió en la oficina principal del Comando de la Policía Nacional Bolivariana de Los Guayos.
Después de eso, nos mandan a bajar para tomarnos una foto. Ahí empieza la preocupación más fuerte porque una foto es para reseñar algo. Ya entendemos que nos están procesando.
Nos hicieron una foto delante de la mesa con las "pruebas", que para ese momento eran los preservativos, los lubricantes, los celulares, las cédulas y un frasquito de popper [sustancia que se inhala para aumentar el placer sexual], que nunca se entendió de dónde salió.
“Aguanta, marico”
Luego nos llevan a otra oficina, que era como una sala de reuniones. Nos mandan a que nos sentemos y que nadie hable.
Ahí me descompensé, tenía muchas ganas de ir al baño.
Hubo un funcionario que fue bastante enfático: “Si quieres, te haces encima, no te voy a llevar al baño. ¿Quién te manda a estar haciendo esa cochinada que tú estabas haciendo? Aguanta, marico. O cágate encima”.
Así, con esas palabras me lo dijo.
Luego decide, por petición de otro funcionario, llevarme al baño y me dice: “Okey, pero tienes que hacer frente a mí. No puedes cerrar la puerta”.
Yo le dije que iba a ser incómodo porque me sentía mal, pero que iba a tener que hacerlo, él estaba al tanto de que me estaba violentando mi derecho.
Y me dice: “Tú no tienes nada que estar pidiendo por lo que estabas haciendo”. Hasta ese momento yo no entendía qué era lo que estaba haciendo.
Me vi en la obligación de hacer mis necesidades con la puerta abierta mientras el policía me miraba.
Una revisión de rutina
Nunca nos dicen qué está ocurriendo.
Los policías dicen que es una revisión de rutina y nos piden las cédulas para verificar si teníamos antecedentes o si estábamos solicitados (por la justicia).
Luego nos dicen que la revisión va a ser en el Comando de la Policía Nacional Bolivariana y que debemos ir en calidad de testigos. Vamos en nuestros propios carros de buena fe.
Llegamos a la comandancia como a las 6:00 de la tarde. Allí empieza todo lo malo.
Cuando revisan las cédulas, se dan cuenta de que nadie está solicitado ni tiene antecedentes. El policía dice: “Están limpios. Aquí no hay nada”.
Pero nos llevan a la oficina del jefe de la comandancia y nos requisan, nos quitan los teléfonos y entendemos que nos están incomunicando.
Yo sentía preocupación, pero pensaba: “Este procedimiento está mal hecho por donde lo veas, esto no va para ningún lado”.
“¿Esto eres tú?”
Cuando nos quitan los teléfonos, se exige que cada uno dé la clave.
Una funcionaria agarraba el teléfono (de alguien), lo desbloqueaba y empezaba a revisar sus fotos, sus videos, su vida privada. Y le decía: “¿Esto eres tú? ¿Esto es lo que tú haces?
Llamaba a sus compañeros funcionarios y les decía: “Tan calladito que se ve y mira lo que está haciendo. ¿Este es tu miembro?”.
Eso se lo hicieron a varias personas. A mí no me pasó porque yo no llevé el teléfono a ese sitio, lo tenía descargado.
Cuando nos quitan nuestras pertenencias, un funcionario pasa con un listado y nos dice: “Me vas a decir tu nombre y me vas a dar todo el efectivo que tengas para anotarlo, no se te vaya a perder”.
Ellos dijeron que era la única manera de resguardarlo. Hasta ese momento sostenían que no estábamos detenidos.
Al sol de hoy no sabemos dónde está (el dinero). En la Fiscalía no está. Ese dinero debería aparecer en el acta policial y desapareció.
También nos piden que saquemos los preservativos porque eso era evidencia.
Esto ocurrió en la oficina principal del Comando de la Policía Nacional Bolivariana de Los Guayos.
Después de eso, nos mandan a bajar para tomarnos una foto. Ahí empieza la preocupación más fuerte porque una foto es para reseñar algo. Ya entendemos que nos están procesando.
Nos hicieron una foto delante de la mesa con las "pruebas", que para ese momento eran los preservativos, los lubricantes, los celulares, las cédulas y un frasquito de popper [sustancia que se inhala para aumentar el placer sexual], que nunca se entendió de dónde salió.
“Aguanta, marico”
Luego nos llevan a otra oficina, que era como una sala de reuniones. Nos mandan a que nos sentemos y que nadie hable.
Ahí me descompensé, tenía muchas ganas de ir al baño.
Hubo un funcionario que fue bastante enfático: “Si quieres, te haces encima, no te voy a llevar al baño. ¿Quién te manda a estar haciendo esa cochinada que tú estabas haciendo? Aguanta, marico. O cágate encima”.
Así, con esas palabras me lo dijo.
Luego decide, por petición de otro funcionario, llevarme al baño y me dice: “Okey, pero tienes que hacer frente a mí. No puedes cerrar la puerta”.
Yo le dije que iba a ser incómodo porque me sentía mal, pero que iba a tener que hacerlo, él estaba al tanto de que me estaba violentando mi derecho.
Y me dice: “Tú no tienes nada que estar pidiendo por lo que estabas haciendo”. Hasta ese momento yo no entendía qué era lo que estaba haciendo.
Me vi en la obligación de hacer mis necesidades con la puerta abierta mientras el policía me miraba.
Varias veces nos dijeron: “Manifiesten si están descontentos con algo”. Y al que lo hiciera era como que le decían: “Cállate”. Era extraña esa dinámica de hablar pero a la vez no hablar.
A otros compañeros les pasaban muchas cosas por la cabeza. “¿Cómo le digo a mi familia?”, se preguntaban.
Unos podemos llevar nuestra vida sexual abiertamente y expresar nuestra orientación o preferencia. Pero muchos de mis compañeros no. En algunos casos sus familias se enteran de todo por este bochorno.
Yo solo pensaba: “¿Para qué le voy a decir a mi hermana si esto es una estupidez? ¿Para qué voy a molestarla?
Fuente: BBC
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