«Algunos psicólogos hacen trizas la autoestima en las redes sociales»

El psicólogo Buenaventura del Charco nos cuenta por qué el pensamiento positivo nos hace un flaco favor la mayoría de ocasiones

General 19/06/2021 Editor Editor

Algunas personas intentan omitir las emociones negativas porque son inquietantes y dolorosas, pero absolutamente necesarias para adaptarse y responder de manera eficaz a las dificultades vitales.

La especie humana ha evolucionado, en parte, gracias a estos mecanismos mentales y negarlos no reporta ninguna ventaja psicológica.

Buenaventura del Charco , psicólogo y profesor de la Universidad de Granada, está «cansado» de las florituras que se suben a la red: 'Cómo ser feliz cuando todo va mal', 'Entrenar tu cerebro para ser más optimista', 'Ser más feliz en 13 pasos'… Internet está lleno de reveladores artículos que prometen barra libre de felicidad, independientemente de la realidad de cada persona. Parece que ser feliz ya no es un privilegio sino que, en los últimos tiempos, se ha convertido prácticamente en una obligación social.

Ahora acaba de publicar 'Hasta los cojones del pensamiento positivo', y no es de extrañar que dicho libro, en el que se despacha a gusto contra el pensamiento positivo, comience con una cita que reza lo siguiente: «Es como una gran caca pintada de purpurina: de lejos te deslumbra, pero te acercas y te entran ganas de vomitar».

- Antes de entrar en materia, podría decirse que se ha despojado de toda palabra bonita y llama a cada cosa por su nombre o, al menos, el nombre que cree que se merece. «Hasta los cojones...», «el pensamiento positivo es una buena mierda», «la vida es muy puta a veces», «... en vez de hacer el gilipollas»... ¿tan harto está de que muchos pregonen el pensamiento positivo?

- Es cierto que hablo de una manera contundente y digo muchas palabrotas, si bien creo que no por ello el libro llega a ser soez u ordinario (al igual que, y salvando las diferencias en Pérez-Reverte o Camilo José Cela puedes observar muchas palabras malsonantes). Simplemente, estos términos expresan un sentimiento de hartazgo profundo, como psicólogo sanitario tengo el honor de acompañar día a día a personas que se enfrentan a sus problemas y miserias, y cuando observas que este supuesto pensamiento positivo solo está añadiéndoles culpabilidad (a fin de cuentas si están mal es culpa suya, pues no están siendo «positivos» y quieren ver lo malo) me indigno muchísimo.

También hay una declaración de intenciones desde un punto de vista estético: el pensamiento positivo se ofrece en un formato 'naif' y muy cuqui en lo visual, y yo quería dejar muy claro que quería presentar una psicología que quizás es cruda y hasta un poco burra a veces, pero que es real y honesta. Casi nadie dice en su cabeza «estoy haciendo el necio», nos decimos «estoy haciendo el gilipollas o el imbécil» y creo que hablar al lector de esta forma ayuda a transmitir empatía y realidad al libro. Finalmente, y he de reconocerlo, soy una persona bastante poco sutil y un poco «navajera», y hablo con palabrotas, y la autenticidad (decir las cosas tal y como las siento y creo), es una de mis máximas personales.

- Si le digo «Si deseas cosas buenas estas ocurrirán», ¿qué se le pasa por la cabeza?

- Pues creo que es un mensaje que más allá de lo absurdo, es terriblemente cruel. Si te pasa una desgracia, es porque no has deseado realmente o de la forma adecuada que te pasen cosas buenas, luego es culpa tuya. He oído incluso decir que del cáncer «solo se salva quien quiere vivir de verdad» y creo que para responsabilizar de la evolución de una patología oncológica a un paciente hay que ser bastante cabrón.

Por otro lado, es algo que nos encantaría que fuese así, pero todas estas mierdas de la ley de atracción o de que el cosmos conspira a nuestro favor, forman parte más de lo espiritual (aunque, desde mi humilde opinión una espiritualidad muy basada en lo ritualístico y la superstición que en una religiosidad profunda) que de la psicología.

- ¿Considera que «tapar» el malestar nos hace ser seres más interesantes?

- Esta es una excelente reflexión. Lo primero y evidente cuando piensas en esto es en la cobardía de guardar la porquería debajo de la alfombra para no tener que hacerle frente (aunque es normal, el miedo a enfrentar ciertos demonios personales y temas lo tenemos todos), pero también tiene mucho que ver con la presión que tenemos las personas por querer encajar y ser aceptados. Esto es muy difícil de enfrentar, pues somos animales sociales donde el amor es una necesidad tan básica como la comida o el descanso, de hecho creo firmemente que si rascas detrás de casi todas las acciones del ser humano encontrarás un intento por «ser dignos de ser amados» (y las que no encajan en esta etiqueta lo harán en «evitar que me hagan daño»).

- ¿Podría decirse que mostramos nuestra mejor cara por un postureo que se ha asentado en nuestras vidas desde que existen las redes sociales?

- Este deseo de parecerle buenos a los otros existe desde el origen de los tiempos, ya en el Siglo de Oro ves a Quevedo hacer chanzas sobre el pobre que desea parecer hidalgo y arroja en sus ropas migas de pan para parecer que ha comido cuando está tieso de hambre, pero las redes sociales han sido un catalizador de esto, porque es un proceso que está 24 horas (ya ni en la intimidad dejamos de aparentar) y porque lo ha hecho muy explícito: los 'me gusta' puedes hasta contabilizarlos. A esto hay que añadir otros procesos como la continua comparativa con otras personas de nuestro entorno, su diseño que está muy pensado para engancharnos a esa validación externa... Desde luego, las redes sociales están contribuyendo significativamente a la mejora económica de la vida de cientos de psicólogos a base de hacer trizas la autoestima de las personas.

- ¿Para qué sirve, entonces, estar mal?

- En primer lugar, aclarar una cosa: estar mal no es una opción, es simplemente la respuesta lógica a cuando la vida nos golpea, algo a lo que a veces, le coge el gustillo y ocurre con excesiva frecuencia o intensidad. Cuando esto ocurre, necesitamos aceptar la realidad de lo que nos está pasando, pues si no aceptamos la realidad no podemos enfrentarnos a ella y cambiarla, además, para ello, necesitamos observar lo crudo de lo que nos pasa, pues solo podemos cambiar algo que entendemos, y para entenderlo, hemos de tomar conciencia, sentir el malestar emocional inherente y tener una composición de lugar de la situación.

Además, el dolor es un mecanismo adaptativo que nos empuja al cambio, es una «alarma» biológica que nos deja claro que hemos de enfrentarnos a alguien y provocar cambios. Solo a través de esta se activan lo que popularmente llamamos «fuerzas de flaqueza» que es de donde emerge la capacidad del cambio real, y no de un eslogan edulcorado y con dibujitos chorras.

- Hay una expresión muy extendida que es la de decir que no hay emociones malas, sino que todas son buenas. ¿Qué tiene que decir a esto?

- Las emociones son lo que son: una respuesta biológica sobre la que no tenemos control (nuestro cuerpo simplemente reacciona generándolas) ante aquello que nos ocurra para indicarnos una necesidad emocional (la tristeza para superar la pérdida, la rabia para defendernos, la ansiedad para escapar, la culpa para reparar lo que hemos hecho mal...) y crea un estado que nos «empuja a la acción» en ese sentido.

Si lo ves desde este enfoque darwinista, son tremendamente adaptativas, pues es una brújula que nos va marcando el norte de aquello que necesitamos. Siempre les digo a mis pacientes que no podemos decidir qué nos ocurre o cómo nos hace sentir algo, solo podemos elegir la honestidad con la que vamos a tratarnos en ello.

- Finalmente, no podemos reprimir por mucho tiempo las emociones aunque no nos gusten, es como querer reprimir hacer caca porque huele mal y es sucio: estamos diseñados para funcionar así y no podemos ir en contra de nuestro diseño biológico. Si lo hacemos, te aseguro que no saldrá nada bien pues enfermaremos o acabará saliendo la peor manera y momento posible.

Sobre Buenaventura del Charco
Cursa estudios de Psicología en la Universidad de Granada, donde realiza la adaptación curricular a psicología clínica, licenciándose en 2010. Allí también colabora como ayudante de investigación en el laboratorio de registros psicofisiológicos de la Facultad de Psicología bajo la dirección de Jaime Vila Castelar.

Fuente: ABC

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