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Algo está cambiando y preocupando a muchos
09/04/2024En las vastas tierras agrícolas de la provincia nororiental de Liaoning, donde el humo de las chimeneas señala la hora del almuerzo, y los campos aún cubiertos de escarcha prometen una nueva temporada de siembra, reside Huanchun Cao, un granjero de 72 años. Su vida, como la de muchos de su generación, ha sido una danza entre la tradición y el cambio, entre la dureza del trabajo rural y los avances de la modernización china.
Cao, al igual que más de 300 millones de chinos que se jubilarán en la próxima década, enfrenta un futuro incierto en términos de seguridad económica. En una nación que ha envejecido antes de enriquecerse, la pregunta de quién cuidará de esta enorme población de ancianos es cada vez más urgente.
Para Cao y su esposa, la realidad es cruda: no tienen pensión. Como muchos trabajadores rurales y migrantes, dependen únicamente de lo que ganan día a día, sin el respaldo de un sistema de seguridad social. Y aunque sus hijos aún viven relativamente cerca, la carga de cuidar de ellos recae cada vez más en sus propios hombros.
La historia de Cao es solo una de las muchas que se pueden encontrar en las regiones rurales de China, donde la piedad filial y el trabajo duro siguen siendo los pilares del cuidado de los ancianos. Pero a medida que la migración a las ciudades y la disminución de la tasa de natalidad amenazan con socavar esta tradición, se plantea la pregunta: ¿qué sucederá con aquellos que no tienen a nadie que los cuide?
Para Guohui Tang, de 55 años, la respuesta fue tomar las riendas de su futuro. Después de que su marido se lesionara en un accidente laboral y agotara sus ahorros en la educación universitaria de su hija, Tang decidió abrir una pequeña residencia de ancianos. Para ella, cuidar de los mayores no solo era una oportunidad de negocio, sino también una forma de asegurar su propia vejez.
Pero no todos tienen la suerte de contar con una pensión suficiente o la capacidad para abrir su propia residencia de ancianos. La mayoría enfrenta un futuro incierto, dependiendo cada vez más de un sistema de pensiones que se está agotando rápidamente.
En las ciudades, como en la próspera Hangzhou, la situación puede parecer diferente. Proyectos como la "Residencia de los Rayos de Sol" ofrecen un hogar para los ancianos, financiado tanto por empresas privadas como por el gobierno local. Pero incluso aquí, la sostenibilidad financiera es un desafío, con el alto costo inicial y la lenta rentabilidad que caracterizan a este tipo de centros.
Para millones de ancianos chinos, el futuro es incierto. Las políticas gubernamentales y los proyectos privados pueden ofrecer soluciones parciales, pero queda por ver si serán suficientes para enfrentar el inminente tsunami demográfico que se avecina.
En última instancia, el desafío del envejecimiento en China no solo es un problema económico, sino también una cuestión de valores y solidaridad social. ¿Podrá una nación acostumbrada a la fuerza del colectivismo adaptarse a una realidad donde el cuidado de los ancianos ya no puede ser dejado únicamente en manos de la familia?
Mientras tanto, para Huanchun Cao y millones como él, el trabajo duro y la incertidumbre son una realidad diaria. En un país que cambia rápidamente, el futuro de sus ancianos sigue siendo una pregunta sin respuesta.
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