Un disparo que pudo cambiar la historia: el día que un chico de 15 años casi mata a Benito Mussolini

El agresor se llamaba Anteo Zamboni y atacó a metros de distancia al líder fascista durante una visita a Bolonia, en 1926. “Il Duce” apenas tuvo rasguños. El destino del agresor fue muy distinto. Ricardo Canaletti

Opinión 16/10/2022 Editor Editor

Anteo tenía 15 años, es decir era un chico pero le tocó vivir en un mundo donde no había chicos. No sabía leer ni escribir. Era callado, tímido en un país y en una época en la cual no abrir la boca y ser reservado era igual a decir que era una chico extraño, algo tonto. Era hijo del impresor y exanarquista llamado Mammolo Zamboni y de Viola Tabarrobi. El chico había nacido en Bolonia. Nunca se lo había escuchado criticar al gobierno y no tenía por qué hacerlo pues era miembro de la juventud fascista. Su afiliación política era clara. Anteo, tenía a Benito Mussolini en la mira de su revólver. Anteo, es decir “Nadie”, estaba a punto de cambiar la historia de la humanidad.

Era el 3 de noviembre de 1926 y Anteo tenía el corazón del líder fascista y jefe de gobierno en la mira de su revólver. La alocada aventura de Mussolini terminaría allí, en Bolonia, a causa de un disparo de un chico de 15 años. Había pasado ya el cuarto aniversario de la marcha sobre Roma, del 28 de octubre de 1922, una insurrección perfectamente planeada como demostración de poder y golpe de estado incruento. Mussolini, a la cabeza de sus partidarios del Partido Nacional Fascista (PNF) y de esas columnas de la Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional, un abyecto cuerpo paramilitar de acción violenta conocido popularmente como Camisas Negras, entró en Roma para que todo sucediera por la fuerza de los hechos. Los Camisas negras fueron los antecesores de las Camisas Pardas nazis, también llamadas Sturmabteilung o «SA», otro grupo militarizado nacionalsocialista que creó títulos y rangos jerárquicos propios.

Frente a la marcha sobre Roma, el primer ministro Luigi Facta quiso declarar el estado de sitio, pero el rey Victor Emmanuel III lo anuló. El 29 de octubre de 1922, el rey nombró a Mussolini como primer ministro, transfiriendo así el poder político a los fascistas sin que se produjera un conflicto armado. Las cosas estarían claras desde el principio: Mussolini impulsó leyes represivas que incluían la creación de una tenebrosa policía secreta, la disolución de la oposición política y la reimplantación de la pena de muerte.

Los numerosos enemigos de Benito Mussolini
El 31 de octubre de 1926 era un día de festejo y triunfo para los fascistas. A pesar del éxito, el líder de los fascistas italianos contaba con muchos enemigos en Italia a causa de los episodios violentos protagonizados que los camisas negras contra sus adversarios políticos. Sobre todo, contra los socialistas y comunistas, llegando al secuestro y asesinato. Ese fue el caso del diputado socialista Giacomo Matteotti, que es considerado el inicio de la dictadura fascista. El clima de violencia contra el régimen había alcanzado tales alturas que el intento de asesinato del joven Zamboni era el cuarto que sufría Mussolini desde su llegada al poder y el tercero de 1926.

El intento de Zamboni no estaba respaldado por ninguna gran estructura. Digamos que por ninguna estructura, ni política, ni logística sino por la soltura y disposición de un chico de 15 años, que contaba, sí, con una ventaja: nadie podía esperárselo de él por su edad y por su aspecto tímido. Un David contra Goliat pero esta vez los hechos nada tuvieron que ver con el desenlace bíblico.

Mussolini habían ido a Bolonia a celebrar el aniversario de la marcha sobre Roma. Tenía previsto inaugurar el estadio “Il Littoriale”, definido por el gobierno como “el primer anfiteatro de la revolución fascista” o “el monumento de la nueva era”. Mussolini entró al estadio a caballo y vestido con el uniforme de general. El dinero para realizar la obra lo aportaron empresas de la ciudad intimadas por los fascistas. El estadio de fútbol tenía, además, una pista de atletismo, canchas de tenis y dos piscinas, una de ellas cubierta, la primera que hubo en Italia (luego de la caída del régimen fascista el estado se llamó “Comunal” y actualmente lleva el nombre “Renato Dall`Ara, un reconocido presidente de club Bolonia).

“El Duce” avanzó con su corcel hasta el centro del estadio mientras de las tribunas atestadas lo aclamaban y glorificaban, arrojaban flores, vociferaban en un estado febril y sofocado, tan delirante como el grupo de jerarcas que iban detrás de Mussolini que no cesaban de levantar los brazos, saludar romanamente una y otra vez de exaltar a la masa. Todos habían perdido la conciencia de sí mismos; era parte de un todo fascista representado en su conductor a caballo.

Luego del acto apoteósico en el estadio, Mussolini subió a su automóvil descapotable que avanzaba a duras penas entre la multitud, que agitaba banderines y continuaba manifestándose con la misma alienación trascendental que en el estadio. Se dirigía hacia la estación de trenes. Los gritos y alabanzas no cesaban en ninguna parte y los cordones de las tropas hacían fuerza para que la multitud no se arrojase sobre el padre de la nación que había logrado revivir el esplendor del imperio de los romanos. “Il condottiero de la Nuova Italia” sonreía, con el pecho inflado y veía cómo el automóvil se llenaba de flores. Llegaron a una curva y el coche disminuyó la velocidad.

Un chico de 15 años, con la cara seria que se hubiese destacado en el gentío si el gentío no estuviese enajenado, permaneció parado como una estatua entre el cordón de milicianos y el automóvil. Sacó su revólver del bolsillo y levantó su brazo. Estaba muy cerca de “Il Duce”. La historia cambiaría y quién podría especular hacia dónde. ¿Habría Eje? ¿De quién aprendería lecciones de estrategia política el encabritado y lenguaraz Adolf Hitler, de Alemania? ¿Se rompería el espejo en el cual “il tedesco” se miraba todos los días? ¿Conservarían la vida setenta millones de personas?

El disparo a Mussolini
Al nene de 15 años y diez meses, Anteo. Mussolini lo vio y en lugar de agazaparse, encogerse, se quedó en su lugar, con la espalda derecha. ¿Acaso deseaba un destino de mártir? ¿O se creía inmortal? Anteo disparó. Era las 17.40. El balazo partió la banda de San Marino y un pedazo del uniforme a la altura del pecho, atravesando luego la manga del chaqué al alcalde de Bolonia”, siguió un trayecto de arriba abajo, rasgó la banda de la Orden de Caballerìa de los Santos Mauricio y Lázaro, que Mussolini llevaba una correa para el hombro, perforó la solapa de la chaqueta de “Il Duce” y cruzó el sombrero de copa del alcalde Umberto Puppini.

Mientras Mussolini, de apariencia imperturbable ante la conmoción, decía: “Nada, no es nada... Ahora calma y que nadie pierda la cabeza”, el teniente de la 56ª infantería que primero vio y atrapó al joven fue Carlo Alberto Pasolini, padre de quien sería el escritor, intelectual de izquierda, actor, periodista, ensayista, novelista, activista político y uno de los más trascendentes cineastas del siglo XX, Pier Paolo Pasolini.

Pero pronto los escuadrones de Leandro Arpinati, presidente del partido fascista de Bolonia y amigo de Mussolini, y los canallescos delincuentes devenidos en camisas negras Arconovaldo Bonaccorsi y Albino Volpi, le arrebataron al chico a Pasolini y lo lincharon. A Anteo lo apuñalaron al menos catorce veces, fue estrangulado por varios y también le pegaron un balazo. No duró ni un minuto y medio con vida.

«Nada puede sucederme antes de que mi obra sea terminada», le dijo Mussolini muy seguro de sí mismo a Arpinati, pocos días después. Y como muestra de su «inmortalidad», le dio la banda de la orden de caballería que llevaba el día del atentado, agujereada por la bala que a punto estuvo de costarle la vida. A Roma, llegaron miles de telegramas de felicitación a Mussolini. El papa Pio XI condenó el ataque, definiéndolo como: “ataque criminal cuyo único pensamiento nos entristece. y nos hace dar gracias a Dios por su fracaso”. La historia tal cual se conoce no se modificó.

¿Por qué ese chico callado y melancólico quiso matar a Mussolini?
Una de las explicaciones recurrentes fue, a la vez, la menos probable, es decir que se trató de la acción de un chico que desea demostrar que no era corto de mente, tal vez inspirado en las ideas anarquistas que aprendió en su casa. Pero Anteo había manifestado que no le desagradaban las formaciones especiales fascistas.

Algunos pensaron que el chico fue el que pagó los platos rotos, es decir que Zamboni ni siquiera fue quien disparó y que fue utilizado como cabeza de turco de un plan fallido para matar a Mussolini.

Luego de asesinar a Anteo, los fascistas gritaban que iban a ir contra sus cómplices y en los primeros que se pensó fue en sus familiares, es decir en que el atentado había sido el resultado de una conspiración anarcofamiliar. Pero para 1926, el padre de Anteo, Mammolo, ya tenía muy poco de anarquista: había dejado de ser el impresor rebelde y antimilitarista de antes de la Primera Guerra Mundial. En el momento del disparo contra Mussolini gozaba de gran estima por parte de los fascistas de Bolonia, que imprimían sus hojas de propaganda en su imprenta y, sobre todo, Mammolo mantenía una profunda amistad con Arpinati, jefe del fascismo de la ciudad.

De todas maneras, el padre de Anteo fue detenido junto con su esposa Viola Tabarroni, su cuñada Virginia Tabarrobi y sus hijos Lodovico y Assunto, por la sospecha de haber incitado a Anteo a atacar a “Il Duce”. Mammolo, en prisión, siguió definiéndose como anarquista pero un anarquista muy peculiar pues declaró con orgullo: “No tengo dificultad en decir abierta y honestamente que soy anarquista y fascista al mismo tiempo”.

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No hizo mención alguna a su hijo. El 7 de septiembre de 1928 a Mammolo y a su cuñada Virginia Tabarrobi los condenaron a 30 años de prisión por el ataque, preparación para la guerra civil y asesinato no intencional del jefe de gobierno. Su abogado, el antifascista Roberto Vighi, redactó un memorándum de defensa que le envió a Mussolini. En 1933, se les concedió el indulto. Mammolo reanudó su trabajo como tipógrafo.

Anteo fue enterrado en el cementerio de la Cartuja de Bolonia. En su lápida se lee:

Aquí los restos mortales de ANTEO ZAMBONI

joven víctima inmaculada por los petorianos del dictador

advierten que la tiranía nace de la sangre

en la sangre perece

31 de octubre de 1926.

Fuente: TN

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