Fabuloso hallazgo contra la depresión. Esta científica descubrió una clave trascendental

Quién es la científica que encontró un circuito de la gratificación en el cerebro. Por Valeria Román para Infobae

Actualidad10/06/2023EditorEditor

Verónica Álvarez nació y creció en Buenos Aires, Argentina.

Durante su juventud, veía que las drogas de abuso estaban relativamente disponibles para las personas, pero solo algunas eran más vulnerables a desarrollar una adicción. “Había un gran estigma sobre las personas que sufrían trastorno de abuso de sustancias en ese momento. Yo veía que eran las personas que tenían un gran corazón. Eran las más nobles. Así notaba que los más vulnerables al abuso de drogas era más generosos”, contó en una entrevista con Infobae. ¿Era correcta su observación?

La inquietud la atrapó tanto que ha desarrollado una carrera como neurocientífica en búsqueda de respuestas. Su último trabajo como parte de uno de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos hará cambiar los libros de texto sobre neurociencias sobre cuestiones básicas del cerebro de los seres humanos: ¿Cómo aprenden y cómo vuelven a elegir lugares, comidas o actividades que les agradan? ¿Qué pasa cuando los consumos se vuelven adicciones?

La doctora Álvarez es hoy investigadora de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos y acaba de publicar su hallazgo en colaboración con otros científicos que trabajan en ese país y en China en la revista Nature Neuroscience. Describieron un circuito en el cerebro que influye en la búsqueda de la gratificación y que hasta el momento se desconocía.

Desde la infancia, las personas visitan lugares, se encuentran con personas, adquieren productos, eligen transitar por algunas calles y evitan otras. Se vuelve a repetir generalmente la experiencia si resultó grata. Hasta ahora, los textos de neurociencias señalaban que había un mecanismo por el cual la liberación de dopamina en el cerebro contribuía a que se vivieran situaciones, se aprendiera y se volvían a repetir al saber que tienen recompensa. Pero el equipo integrado por Álvarez descubrió otro más.

La vía de recompensa que ya se conocía es el llamado “sistema dopaminérgico mesolímbico”. Está compuesto por neuronas que se proyectan desde el área tegmental ventral hasta el núcleo accumbens en el cerebro, una estructura clave en la mediación del procesamiento emocional y de la motivación.

La dopamina es un neurotransmisor que se libera cuando el cerebro espera una recompensa. Un pico de dopamina puede dispararse al comer pizza, bailar, ir de compras o tener sexo. Pero también esa alteración puede provenir al consumir drogas de abuso.

El nuevo hallazgo abre nuevas vías para comprender los circuitos de gratificación que podrían estar alterados cuando se consumen cigarrillos de tabaco, los opiáceos u otras drogas, así como en las enfermedades neuropsiquiátricas que afectan al procesamiento de la recompensa, incluida la depresión.

Aproximadamente el 30% de las células del área tegmental ventral -que es parte del cerebro medio- son neuronas GABA. “El hallazgo que publicamos recientemente puede ser útil para entender que hay una vía neuronal adicional que también participa en que el cerebro perciba y aprenda como repetir las situaciones gratificantes y vuelva a repetirlas”, contó a Infobae la doctora Alvarez a través de una entrevista por Zoom.

“Si bien se sabe que el consumo de drogas de abuso, el tabaco o el alcohol, son perjudiciales para la salud, habría un mecanismo que hace que algunas personas no puedan evitar el comportamiento. Controlar esas acciones perjudiciales y aprender otras maneras de encontrar gratificación puede ser muy difícil para personas que sufren de adicciones”, consideró Álvarez.

A través el mecanismo que encontraron con las neuronas GABA podría llegar a desarrollar la posibilidad que se module para el tratamiento de las adicciones. “Pensamos que esta nueva vía que encontramos podría ser usada para aprender a evitar la acción perjudicial. Podría ser fortalecida para formar nuevas memorias durante el proceso de abstinencia y recuperación de las adicciones”, explicó.

La investigación del laboratorio de Álvarez en los Estados Unidos se enfoca en la comprensión de los efectos de las drogas de abuso en las sinapsis y la conectividad neuronal. Sus estudios se centran más en la cocaína y el alcohol, y son de relevancia para la salud de millones de personas.

El consumo de bebidas alcohólicas ocasionó un promedio de 85 mil muertes anualmente entre 2013 y 2015 en el continente americano, donde la ingesta per cápita es 25% mayor a la del promedio mundial, según un estudio realizado por la Organización Panamericana de la Salud y publicado este año en la revista Addiction. También en los Estados Unidos, hay una gran preocupación por la epidemia del consumo de opioides: muchas personas consumían analgésicos opioides legales que les había recetado un médico y desarrollaron dependencia.

Para encontrar respuestas a las cuestiones del cerebro y las adicciones, la doctora Álvarez aplica múltiples técnicas que van desde los enfoques a nivel celular y sináptico hasta el análisis del comportamiento y las manipulaciones in vivo en modelos de ratón de tipo salvaje y de ingeniería genética.

La científica se doctoró en neurociencias en 1997 en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Hizo su trabajo de tesis doctoral en el laboratorio del doctor Osvaldo Uchitel, como parte del Instituto de Biología Celular y Neurociencias Profesor E. De Robertis”, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Allí también aprendió con el científico Jorge Medina.

Más adelante, Álvarez siguió como becaria postdoctoral en el Instituto Vollum, de la Universidad de Ciencias y Salud de Oregón en el suroeste de Portland, Oregón, EE.UU. Luego, se formó con el doctor Bernardo Sabatini en la Facultad de Medicina de Harvard de 2001 a 2007. En 2008, la científica empezó a liderar su propio programa de investigación independiente en el Instituto Nacional sobre Abuso del Alcohol y Alcoholismo, que es uno de los Institutos Nacionales de Salud. En la actualidad trabaja en ese instituto como investigadora principal y jefa del Laboratorio de Neurobiología de las Conductas Compulsivas.

Sus padres influyeron en su vocación por las ciencias. “Desde que era muy pequeña, mis padres me inspiraron a ser científica valorando y alimentando mi curiosidad. Mi padre compartió conmigo desde el principio su contagioso asombro por la naturaleza y los animales”, recordó.

“Mi madre siempre fomentó mi individualidad y mi pensamiento independiente, que son rasgos esenciales en las ciencias. Mi madre también fue, y sigue siendo, un increíble modelo de cómo compaginar una carrera y una familia. Ella crió cinco hijos mientras hacía la residencia médica y empezaba su propio consultorio. Hoy sigue ejerciendo como una doctora en obstetricia y ginecología y atiende pacientes. Se adelantó un poco a su tiempo”, contó.

En este momento en que cada vez se alienta más la diversidad en las ciencias, la científica es una gran defensora de la inclusión dentro de la institución en que trabaja. “Todos tenemos algo único para aportar, y creo que esto es especialmente cierto si eres diferente de alguna manera. Yo solía sentirme intimidada cada vez que me daba cuenta de que era diferente a los demás o tenía una perspectiva poco común. Con el tiempo, los sentimientos incómodos han sido sustituidos por un impulso y una sensación de empoderamiento. Saber que puedo tener una perspectiva diferente me inspira a abrirme y compartir. Me lo digo a mí misma: las personas con las que me relaciono necesitan escuchar mi punto de vista y me corresponde a mí participar para que los demás puedan escuchar y aprender también”.

¿Ha enfrentado momentos de discriminación por ser mujer?, le preguntó Infobae. “Es una pregunta difícil de responder porque creo que estoy entrenada para ignorar esos comentarios y no darle mucha importancia. Me parece que la discriminación es una cuestión cultural y muchas veces la siento venir de mí misma. Paso mucho tiempo pensando cómo evitar mis propios bloqueos mentales. Quizás por eso aún no llegué a preocuparme mucho por comentarios de los demás. Pero sí, están presentes y suman”, contestó.

- Usted mencionó que durante su juventud “notaba que los más vulnerables al abuso de drogas era más generosos”, y se preguntaba qué pasaba”. ¿Qué respuesta tiene a la luz del conocimiento actual?

Quizá hoy esas personas son mejor comprendidas. La parte que se confirmó es que de hecho no hay nada necesariamente anormal en el cerebro de los personas vulnerables. Las teorías corrientes proponen que la conectividad de las distintas partes del cerebro son diferentes en cada individuo y que esas diferencias construyen nuestra personalidad, nuestras habilidades, virtudes y defectos. Y la hipótesis entonces refinada con los años de experiencia y estudio es que las personas que son más vulnerables a las adicciones tienen una mayor habilidad o mayor necesidad de aprender de gratificaciones y de formar vínculos con cosas gratificantes.

-¿Qué más se ha encontrado?

También se ha observado que puede haber más de una vulnerabilidad. Vemos que la habilidad de controlar y suprimir las reacciones a estímulos es un marcador importante de predisposición. Las personas difieren en esta habilidad. Cuando la habilidad de controlar las propias reacciones es mejor, hay menos chances de caer en adicciones. Lo que estamos ahora estudiando en el laboratorio es si podemos entrenar o fortalecer estas vías neuronales de control, como la que hemos encontrado.

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