La trans que reniega de la ideología transgénero y critica la negación de la biología

Nacida varón en Inglaterra hace 52 años, hoy es mujer, está afiliada al Partido Laborista e integra el secretariado nacional de un sindicato docente: “Cambiar de género no es un juego de niños”, advierte. Y coincide con Elizabeth Roudinesco que sostiene que hay “una epidemia transgénero”

Actualidad 28/08/2021 Editor Editor

Pese a ser trans, Debbie Hayton denuncia la ideología transgénero y el dogmatismo militante que lleva a negar la biología y que pretende acallar toda disidencia.

En un escenario hegemonizado por un dogma que no admite matices y cancela a cualquiera que cometa el menor desliz de lenguaje, el discurso de Hayton se destaca por su originalidad y el coraje de formularlo. 
 
Hayton inició su cirugía de cambio de sexo en 2012. Desde hace 20 años enseña física en el mismo liceo de Birmingham, donde sus alumnos fueron testigos de su transición de profesor a profesora. Como militante laborista y activista sindical -integra el secretariado nacional de NASUWT, un sindicato docente-, aparece con frecuencia en los medios de comunicación para expresar su preocupación por lo que considera una desviación del militantismo transgénero que lleva a ese movimiento a atacar la libertad de expresión e incluso a usurpar los derechos de las mujeres.

Cuando decidió cambiar de identidad sexual, Hayton estaba casada desde hacía 19 años y era padre de tres hijos. En una entrevista reciente con la revista francesa Causeur, contó que, aunque para su mujer fue muy difícil aceptar la nueva situación, lograron atravesar juntos esa prueba y hoy siguen viviendo juntos con sus hijos.

Su decisión no estuvo influenciada por la literatura de género, es decir, por ensayos como los de Judith Butler, ella simplemente “deseaba tener un cuerpo de mujer”. “Yo estaba convencida de ser una mujer en el cuerpo de un hombre”, dice, y cuenta que, más tarde, comprendió que lo suyo era autoginefilia, es decir “una forma de excitación sexual ligada al hecho de imaginarse mujer”. Fue el sexólogo Ray Blanchard el que acuñó el término autoginefilia, para referirse a hombres que están sexual y románticamente atraídos hacia sí mismos, es decir, para definir la atracción de un hombre hacia sí mismo cuando se imagina como mujer.

“Estaba segura de que modificar mi cuerpo resolvería mis problemas psicológicos. ¡Y funcionó!”, afirma Hayton. Pero reconoce que sus seres queridos no lo vivieron del mismo modo. “Esto perturbó a mi entorno, un aspecto que no hay que descuidar. Con demasiada frecuencia, los trasngénero piensan en sí mismos y olvidan a sus personas cercanas”, admitió.

También cuestiona la tendencia a la victimización de los militantes transgénero: “La victimización otorga una forma de poder: el que sufrió una fatalidad debe ser apoyado por la sociedad. Ahora bien, una fantasía sexual no es una maldición”.

Sostiene que asumir esa sexualidad no es algo fácil, pero que el discurso transgénero tiende a minimizarlo y eso desvía la atención de aspectos cruciales. Y da ejemplos: “¿Por qué nos volvemos trasngénero? ¿De dónde viene esa necesidad irreprimible de alterar el cuerpo?” Hayton cree que hay que explorar estas cuestiones del modo más abierto posible “en vez de instrumentalizarlas con fines políticos”.


La agenda trans no es para mí. Y soy trans

En el próximo censo poblacional del Reino Unido, habrá dos preguntas sobre el tema: “¿Cuál es su sexo?” y “¿Tiene usted una identidad de género diferente a la de su sexo de nacimiento?” Ella responderá: “sexo masculino, género femenino”. Y critica la postura de las activistas que “anunciaron que indicarán el sexo en conformidad con su género” lo que privará al Estado y al público “de una información valiosa”.

En mayo de 2020, Hayton había publicado una columna de opinión con el título: “La agenda trans no es para mí. Y soy trans”. Allí señalaba que, si bien las personas como ella se habían vuelto “bastante visibles”, quedaba un aspecto por develar: “Las razones por las que somos transgénero siguen ocultas en la sombra”.

“La ortodoxia actual -escribió- insiste en que las personas transgénero tienen una identidad de género incongruente con su biología, lo que podría causar algo llamado disforia de género. Sin embargo, estas palabras no explican nada. La identidad de género no puede definirse sin recurrir a un razonamiento circular: ‘el género con el que nos identificamos’ y los estereotipos sexistas.”

En un escenario hegemonizado por un dogma que no admite matices, Debbie Hayton se destaca por la originalidad de su discurso y el coraje de formularlo

“La identidad de género es una mera suposición: es el supuesto de que la identidad de género existe”, insistió. Ella no desconoce que haya personas que “tienen una insaciable compulsión a iniciar una transición”; de hecho, fue su caso. “La evidencia de más de cincuenta años señala que la terapia hormonal y la cirugía de reasignación de género pueden mejorar la vida de esas personas una vez que han recibido atención psicológica y psiquiátrica a fin de determinar la comorbilidad de ciertas problemáticas psicológicas. Sin duda, mi vida mejoró tras seguir ese proceso.”


“¿Fue la mejor decisión? -se pregunta sobre su transición-. En su momento, ciertamente mi salud mental estaba tan deteriorada que requería de un remedio drástico. ¿Volvería a hacerlo, sabiendo lo que ahora sé? No tengo una respuesta. Solo sé que el premio que creí ganar, es decir, convertirme en mujer, nunca trascendió el pensamiento mágico. Jamás seré una mujer, tan solo puedo parecer mujer.” Pero agrega: “Me gusta mi cuerpo tal como es ahora. Me siento en paz como mujer trans: soy un hombre biológico que prefiere tener un cuerpo similar al de una mujer.”

En cuanto a otro tema polémico, el de los trans que compiten en deportes femeninos o que exigen cambios de lenguaje, como decir “persona gestante” o “persona menstruante”, borrando a las mujeres, como denuncian muchos grupos feministas, Hayton dice: “Es cierto que no hay nada que pueda hacer como trans que no pudiera hacer como hombre, salvo infringir los límites establecidos por las mujeres y apropiarme de sus derechos basados en la diferencia sexual”.

En otra de sus columnas en la prensa, en agosto de 2020, con el título “Los sentimientos y las opiniones han desplazado los hechos y la pruebas”, Hayton escribió: “Todavía prefiero basar mi vida en la biología, no en la fantasía”. Era una crítica al fenómeno de que en muchas disciplinas académicas e incluso en el “ámbito de la biología”, se postula “la idea de que los hombres pueden convertirse en mujeres, y viceversa, simplemente recitando una declaración de creencia”. En su opinión, eso “es un movimiento insidioso que combina el desprecio posmoderno de la verdad objetiva con supersticiones religiosas premodernas con respecto a la naturaleza del alma humana.”

Lehlogonolo Machaba, primera mujer abiertamente transgénero que compite por el título de Miss Sudáfrica (10 de julio de 2021 REUTERS/Sumaya Hisham)

En su nota, Hayton aludió al caso de su compatriota Maya Forstater, investigadora y feminista, que fue despedida de su puesto en el think tank Center for Global Development, por decir en Twitter que aunque se autoperciba varón, desde el punto de vista biológico, una mujer sigue siendo mujer. Y viceversa. La acusación de transfobia fue lo de menos. Lo grave, dice Hayton, es que un juez concluyó que Forstater era “absolutista en su visión del sexo” y que “ese enfoque no es digno de respeto en una sociedad democrática”.

Y ella agrega: “No estoy segura de dónde me deja esto a mí, una persona transgénero británica que está de acuerdo con Forstater. Como sé mejor que la mayoría, el sexo es inmutable. Puede que haya hecho la transición social, médica y quirúrgica, pero ahora soy tan masculino como el día en que nací (y los días en que engendré a cada uno de mis tres hijos). Como científico, sé que esto es un hecho. Es el juez Tayler quien es el absolutista aquí: bajo la apariencia de tolerancia, ha puesto la fuerza de la ley detrás de un movimiento de culto que trata la realidad biológica de la misma manera que la Iglesia Católica trató a Galileo y sus ideas heliocéntricas”.

Y agrega: “¿Qué importa si somos hombres o mujeres en algún sentido técnico, siempre y cuando podamos vivir nuestras vidas en paz, libres de abuso, acoso y discriminación?” Ella misma fue acusada de “discurso de odio”, denunciada entre sus colegas y amenazada con la expulsión de un comité LGTB de su sindicato.

Hayton resume el dogma llamado “ideología de la identidad de género” en varios puntos, que suenan familiares, a saber:

Todos tenemos una identidad de género innata, análoga a la chispa divina que los adherentes religiosos afirman que está alojada dentro de nosotros, que determina si somos hombres, mujeres o no binarios;

Un género (posiblemente incorrecto) se nos asigna arbitrariamente al nacer en función de la apariencia de nuestros genitales;

Nuestro verdadero género se determina a través de un proceso infalible de examen interno, y, una vez articulado, nunca puede ser falsificado o cuestionado por nadie más;

Cualquier hombre adulto humano que diga ‘Soy una mujer’ debe ser tratado como si fuera una mujer biológica, punto final, que requiere su admisión en espacios femeninos vulnerables, que incluyen, entre otros, celdas de prisión compartidas, centros de crisis por violación, vestuarios y eventos deportivos; y

La oposición a cualquiera de las proposiciones antes mencionadas equivale a transfobia, uno de los peores tipos de delitos de odio.

La neozelandesa Laurel Hubbard, primera atleta transgénero en unos JJOO, compitió en halterofilia. La participación de deportistas transgénero en la categoría femenina despierta polémica. EFE/ Miguel Gutiérrez

Por otra parte, señala Hayton, es paradójico que cuando se busca detallar lo que significa “sentirse como una mujer”, se cae en los estereotipos antes criticados por “sexistas”, como la preferencia por el juego con muñecas o con autos como rasgo de identidad.

“La disforia de género es una condición real -escribe Hayton-. Lo sé porque la tengo: la sensación de que mi biología masculina está en desacuerdo con mi deseo de tener un cuerpo femenino. Pero no tengo que inventar alguna fuerza espiritual mística llamada identidad de género para explicarlo”.

Hayton afirma que puede haber más de una causa para este fenómeno. Se apoya en la tipología observada por el citado sexólogo Ray Blanchard en 1980 según la cual el transexualismo en los hombres generalmente se manifiesta de dos formas: “hombres homosexuales afeminados que buscan acentuar aún más su atractivo para otros hombres (transexualidad homosexual o HSTS)” o “autoginéfilos heterosexuales, hombres atraídos por sí mismos que prefieren concebirse a sí mismos como mujeres, que generalmente salen como mujeres trans en el futuro (y a menudo para gran sorpresa de familiares y amigos)”.

En cuanto a la transexualidad en las mujeres, Hayton escribe que “parece ser sustancialmente diferente, y está más arraigada en factores socialmente propagados, como lo sugiere el gran aumento reciente en el número de niñas adolescentes que son derivadas a clínicas de identidad de género (a veces originadas en grupos de amigos o compañeros de clase que se refuerzan a sí mismos)”.

“EPIDEMIA TRANSGÉNERO”

En esto, Hayton converge con la historiadora y psicoanalista francesa Elizabeth Roudinesco, que dijo en una entrevista reciente en la televisión de su país, que “hay una epidemia de transgénero”.

Roudinesco acaba de publicar un libro titulado Soi-même comme un roi (que podría traducirse “Uno mismo como rey”), un ensayo sobre las desviaciones identitarias, en el que habla especialmente de la noción de género. “Hoy se ha suprimido la diferencia anatómica en nombre del género”, dice por ejemplo Roudinesco.

“Hay gente que se siente en una identidad que no es la suya desde la infancia. Eso existe, se llama transexualismo”, señaló la biógrafa de Freud, recordando de paso que lo trans no es una novedad de este milenio. “Hoy se habla de transgénero. Cuando un niño de 8 años dice que es de otro sexo, ¿está habilitado?”, preguntó apuntando a un tema polémico que es la transición de género de menores de edad. Roudinesco se mostró partidaria de demorar ese tipo de decisiones y de tratamientos. “Podemos decirle (a ese niño) ‘tal vez, pero tienes una anatomía, por lo tanto, verás más tarde si tienes deseos de cambiar de sexo’”.

Su planteo generó las habituales descalificaciones que estos grupos reservan a quien se corre del dogma: transfobia, discurso tenebroso… Lo habitual, ya que por lo general esas corrientes no debaten, sólo cancelan. En vez de contra-argumentar buscan amordazar la opinión disidente.

Pero en redes hubo grandes coincidencias con Roudinesco: “¿Tan grave es decir que hay que dejar que un niño viva su vida de niño antes de hacerle cambiar de género?, ¿tan terrible es?”, es un ejemplo representativo de muchas de las opiniones expresadas. En todo caso, las advertencias de Hayton y Roudinesco apuntan no sólo a los niños sino a la adolescencia, etapa de la vida en que se es particularmente influenciable.

En este caso, Roudinesco escapó a la censura y a la sanción: el Comité de Vigilancia Audiovisual de Francia consideró que sus dichos no implicaban transfobia.

Fuente: Por Claudia Peiró para Infobae

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