Una generación al borde del abismo: por qué los jóvenes hombres están en crisis y qué podemos hacer al respecto

Los hombres jóvenes están pasando dificultades. Hay suficientes estadísticas –sobre rendimiento académico, niveles de ingresos, soledad, incluso falta de sexo– que indican que los chicos no están bien. En comparación con las mujeres jóvenes, los chicos se están quedando atrás.

29/05/2025EditorEditor

No se trata de una moda pasajera ni de una narrativa alarmista. Los datos son contundentes: los hombres jóvenes enfrentan una crisis silenciosa que impacta su bienestar emocional, su futuro económico y sus relaciones personales. Mientras las mujeres han logrado avances significativos en múltiples áreas, muchos varones parecen haberse quedado atrás, atrapados en un modelo de masculinidad obsoleto que no responde a los desafíos del siglo XXI.

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El profesor Scott Galloway, de la Universidad de Nueva York, ha sido una de las voces más resonantes en advertir sobre este fenómeno. Según sus investigaciones, los hombres jóvenes tienen cuatro veces más probabilidades de suicidarse, tres veces más de desarrollar adicciones y son doce veces más propensos a ser encarcelados que sus pares femeninas. Además, experimentan niveles récord de obesidad, ansiedad, aislamiento y fracaso escolar.

Pero ¿cómo llegamos hasta aquí? Y más importante aún: ¿cómo salimos?

El costo de no adaptarse
Durante décadas, el discurso público se centró —con razón— en reducir la histórica brecha de género en favor de las mujeres. Sin embargo, en ese proceso, muchos varones quedaron al margen de la conversación. “Estamos criando a la generación más ansiosa, deprimida e inviables económicamente que hayamos visto”, advierte Galloway.

Las estadísticas son claras: en numerosas ciudades de Estados Unidos y Europa, las mujeres menores de 30 años ya superan en ingresos a sus contrapartes masculinas. A su vez, dos tercios de las mujeres jóvenes tienen pareja, mientras que sólo uno de cada tres hombres mantiene una relación estable. Muchas mujeres optan por vincularse con hombres mayores o directamente retrasan la vida en pareja, en parte porque no encuentran en sus pares a alguien emocional o económicamente viable.

El problema no es el avance femenino. Todo lo contrario: es una victoria. El problema es la falta de respuesta institucional, educativa y cultural para ayudar a los varones a adaptarse a un nuevo paradigma donde ya no basta con ser “proveedor” tradicional.

Redefinir lo masculino
Para Galloway, parte de la solución pasa por redefinir lo que significa ser hombre en el mundo contemporáneo. Su propuesta se estructura en tres pilares: proveedor, protector y procreador, aunque no necesariamente en los términos tradicionales.

"Ser proveedor hoy también puede significar apoyar la carrera de tu pareja si ella tiene mejores oportunidades", afirma. "Ser protector no es solo fuerza física, sino también ser un agente de apoyo emocional y de justicia en tu entorno. Y ser procreador no es simplemente tener hijos, sino estar emocionalmente disponible para construir vínculos duraderos."

Lejos de promover un regreso a roles tradicionales, esta visión intenta otorgar a los hombres una hoja de ruta para reconstruir su identidad en función de los nuevos tiempos.

El riesgo del aislamiento
Uno de los factores más preocupantes es la soledad. A diferencia de las mujeres, que suelen canalizar la energía afectiva hacia amistades o proyectos personales cuando no están en pareja, los hombres tienden al retraimiento, al consumo de pornografía o a los videojuegos. Este aislamiento no solo afecta su desarrollo emocional, sino que los expone a discursos radicales que ofrecen soluciones simplistas a problemas complejos.

En este contexto, algunos terminan culpando a las mujeres, a los inmigrantes o al sistema por sus fracasos personales. Para Galloway, esa es la señal más clara de que un joven ha perdido el rumbo: “Cuando comienzan a culpar a otros, es cuando más necesitan ayuda”.

¿Qué podemos hacer?
Galloway no cree que la solución sea retroceder en los avances de las mujeres. Al contrario, sostiene que el progreso femenino depende también de contar con hombres más equilibrados, maduros y preparados para compartir responsabilidades en pie de igualdad.

Por eso propone una serie de acciones concretas: invertir en educación vocacional para varones, aumentar el salario mínimo para garantizar una base económica sólida, fomentar entornos sociales donde se celebren nuevas formas de masculinidad, y —provocadoramente— hasta recomienda que los jóvenes "salgan más, beban un poco y se animen a tomar decisiones", para contrarrestar el aislamiento social crónico que viven muchos.

El llamado es claro: no se trata de rescatar a los hombres a costa de las mujeres, sino de construir un futuro donde ambos puedan prosperar juntos.

Porque cuando los hombres fracasan, no solo ellos pierden. Pierde la sociedad entera.

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