Por qué el Nobel de Economía Simon Johnson cree que deberíamos empezar a pagar por usar TikTok o Instagram

Simon Johnson ganó el Nobel de Economía el año pasado por sus estudios sobre la desigualdad.

18/04/2025EditorEditor

¿Quién controla el futuro? El Nobel Simon Johnson y su advertencia sobre el poder de las grandes tecnológicas

BBC Mundo / Cultura en Red

Simon Johnson, académico del MIT y reciente ganador del Nobel de Economía, no necesita de metáforas para describir la amenaza que representan hoy las grandes empresas tecnológicas: "Tienen tanto poder como los barones ladrones del siglo XIX, pero con una dimensión nueva: controlan la información. Y eso las hace incluso más peligrosas".

Junto a sus colegas Daron Acemoglu (MIT) y James A. Robinson (Universidad de Chicago), Johnson fue reconocido en octubre pasado por sus estudios sobre desigualdad global. Pero su mirada trasciende el mundo académico: advierte con claridad que los monopolios digitales —Meta, Google, Amazon, Apple, Microsoft, OpenAI— están reformulando los cimientos de nuestras democracias, economías y formas de vida.

Del poder industrial al control de la atención
En su libro Poder y progreso (2023), Johnson y Acemoglu repasan 1.000 años de historia tecnológica. La conclusión es tan simple como alarmante: los avances no han beneficiado a todos, sino principalmente a las élites. Hoy, ese patrón se repite.

“La gente ya no puede vivir sin estas empresas”, afirma Johnson. “Son monopolios de facto. ¿No te gusta Elon Musk? Bien, no compres un Tesla. Pero si querés usar una red social, terminás en X (exTwitter) porque no hay alternativas reales”.

El punto más inquietante, sin embargo, es que estas mismas empresas lideran el desarrollo de inteligencia artificial, una tecnología que —según Johnson— podría cambiar radicalmente las reglas del juego económico.

¿IA para todos o para unos pocos?
“Depende del rumbo que tomemos”, responde el economista cuando se le pregunta si la inteligencia artificial será positiva o negativa para la humanidad. “Puede empoderarnos o puede agravar la desigualdad. Y hoy, las señales no son alentadoras”.

Para Johnson, el problema no es la tecnología en sí, sino cómo se diseña y quién la controla. Propone subsidios estatales, estándares éticos y un cambio en el rumbo de la innovación para ponerla al servicio de los trabajadores. Pero reconoce que, bajo el gobierno actual de Donald Trump, esas políticas están lejos de implementarse.

¿El fin del trabajo humano?
Johnson ironiza con una frase demoledora: “Esperábamos que la IA lavara nuestra ropa para poder pintar o escribir. Pero resulta que ahora la IA quiere pintar y escribir, y vos seguís lavando la ropa”.

Es decir: la inteligencia artificial está reemplazando justamente las tareas más creativas, mientras el trabajo doméstico y repetitivo sigue siendo humano. “Cada avance tecnológico desplaza personas. La gran pregunta es si también crea nuevas tareas. Con la IA, eso aún no está claro”.

A la idea de una renta básica universal —una solución que algunos proponen para enfrentar el desempleo tecnológico— la descarta sin rodeos: “No es realista. No estamos ante una tecnología que aumente tanto la productividad como para garantizar riqueza para todos. Es más una ilusión que otra cosa”.

Democracia, redes sociales y manipulación emocional
Johnson también lanza una crítica feroz a las redes sociales y su modelo basado en publicidad digital: “Nos prometieron democratizar la información, pero lo que hacen es manipularnos para mantener nuestra atención. ¿Cómo lo logran? Generando emociones extremas: miedo, odio, indignación”.

“El modelo actual no solo daña la salud mental de los jóvenes —agrega—, sino que también perjudica la democracia al distorsionar nuestra capacidad de pensar por nosotros mismos”.

¿Dividir a los gigantes tecnológicos?
Una de las propuestas que Johnson considera más viables —y urgentes— es la división de estas megaempresas. Lo ejemplifica con el caso de Standard Oil, que en 1911 fue fragmentada en 34 compañías independientes. “No fue el fin del capitalismo. De hecho, el valor de las acciones subió. Pero evitó que una sola empresa dominara el mercado”.

En el caso de Meta, por ejemplo, sugiere separar WhatsApp, Facebook e Instagram en empresas distintas. “No es tan difícil. Pero no alcanza. También hay que alejarlas del modelo basado en publicidad emocionalmente manipuladora”.

El futuro, aún sin escribir
Simon Johnson no suena apocalíptico, pero tampoco ingenuo. Su llamado es claro: necesitamos repensar el rumbo de la tecnología antes de que sea demasiado tarde. “El poder que estas empresas tienen hoy es inmenso. Y lo que está en juego no es solo la economía, sino el tipo de sociedad que queremos construir”.

Entre la promesa de un futuro más justo y el riesgo de una distopía digital, la decisión —dice— está en nuestras manos. O al menos, todavía lo está.

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