Su yate naufragó, los tiburones se comieron a sus compañeros pero ella sobrevivió: tiempo después reveló cómo lo logró

Deborah Scaling Kiley quedó a la deriva en el océano Atlántico en 1982. Cómo resistió cinco días en una balsa inflable, luchando contra la deshidratación y el hambre

11/08/2024EditorEditor

Deborah Scaling Kiley nació el 21 de enero de 1958 en Throckmorton, un pequeño pueblo en Texas. Desde temprana edad, desarrolló una fascinación por el mar. La primera vez que sintió el viento en la cara y el movimiento de las olas bajo sus pies fue en Possum Kingdom Lake, donde aprendió a navegar. Allí, sus padres le enseñaron lo básico: cómo manejar las velas, cómo sentir el viento, y cómo respetar el poder del agua. Esos días en el lago no solo la formaron como marinera, sino que también cultivaron en ella una pasión y una determinación que definirían su vida.

“Siempre supe que quería estar en el agua”, decía Deborah, recordando esos momentos. La navegación se convirtió en su refugio y en su forma de conectarse con el mundo. Al crecer, pasó de navegar en el lago a buscar trabajos en yates, aprovechando cada oportunidad para estar en el mar. Su familia, aunque preocupada, la apoyaba. Sabían que el agua era su hogar y que ella nunca se sentiría completa lejos de ella.

A los 23 años, Deborah dio un gran paso en su carrera como marinera. En 1981, se convirtió en la primera mujer estadounidense en completar la Whitbread Round the World Race, una de las competencias de vela más exigentes del mundo. Trabajando como cocinera en el yate sudafricano Xargo, recorrió mares desconocidos, enfrentó tormentas y navegó por las rutas más desafiantes del planeta. Esta experiencia no solo solidificó sus habilidades como navegante, sino que también le enseñó a trabajar bajo presión y a mantener la calma en situaciones extremas.

Fue esta combinación de pasión, experiencia y resiliencia la que llevó a Deborah a aceptar un nuevo desafío: en 1982 se sumó a la tripulación del yate Trashman, que viajaría de Maine a Florida.

 
La travesía prometía ser rutinaria, pero el destino tenía otros planes para ella.


Debora Scaling Kiley aprendió a navegar de joven en Possum Kingdom Lake (Getty Images)Frederick M. Brown | Getty Images

Experiencia traumática en el Trashman
El viaje comenzó con una parada en Annapolis, Maryland, para abastecerse y prepararse para el siguiente tramo. Nadie en la tripulación podía prever que esta aparentemente rutinaria travesía se convertiría en una pesadilla.

El Trashman zarpó nuevamente, enfrentándose a los caprichos del Atlántico. Al aproximarse a la costa de Carolina del Norte, una tormenta imprevista los sorprendió. El viento aullaba, las olas se alzaban como montañas y el yate se veía cada vez más amenazado por las inclemencias del tiempo. El agua comenzó a inundar el barco, y no pasó mucho tiempo antes de que se hiciera evidente que el Trashman estaba condenado a hundirse.

Deborah y los otros cuatro miembros de la tripulación se apresuraron a abandonar el yate y se subieron a una pequeña balsa inflable de 3,35 metros. Apenas tuvieron tiempo para recoger suministros. El mar rugía alrededor de ellos, y en ese momento, la gravedad de su situación comenzó a afectar sus mentes.

Los días en la balsa fueron una prueba de resistencia física y mental. Con casi nada de agua y comida, el grupo enfrentó la deshidratación y el hambre. El tercer día, dos de los miembros, John Lippoth y Mark Adams, sucumbieron a la desesperación y bebieron agua salada, lo que los llevó a la locura. En un estado delirante, se arrojaron al mar, solo para ser devorados por tiburones, ante la mirada horrorizada de sus compañeros.

Deborah Scaling Kiley y Brad Cavanagh, el otro sobreviviente, sabían que debían mantener la calma para sobrevivir. “Tienes que enfocarte realmente en el aquí y ahora en esas situaciones”, dijo Deborah. “No puedes entrar en pánico. No puedes dejar que el miedo te domine”. La oración se convirtió en su ancla. Repetía el Padre Nuestro una y otra vez, asegurándose de que, mientras pudiera decir las palabras, aún mantenía su cordura.

Meg Mooney, la otra mujer a bordo del Trashman, sufrió heridas graves cuando el yate se hundió. Sus cortes, infectados por el agua salada, se profundizaron hasta el hueso. Aunque tenía una fuerte voluntad de vivir, la infección se convirtió en septicemia, y murió en la balsa la noche antes de ser encontrados.

El rescate llegó el quinto día cuando un carguero soviético, el Olenegorsk, los avistó. “Un carguero ruso, en plena Guerra Fría. Eso es lo que yo llamo un regalo de gracia envuelto en papel extraño”, recordó Deborah. Los marineros rusos los trataron con amabilidad y respeto, brindándoles la ayuda que tanto necesitaban.

La supervivencia
En medio del vasto y hostil océano Atlántico, su capacidad para mantener la esperanza y la fe jugó un papel crucial en su supervivencia. “Tres cosas me permitieron vivir cuando otros murieron: mi increíble voluntad de vivir, mi visión de futuro—creé una visión para mi futuro mientras flotaba allí—y la gracia, hablando con Dios. Siempre tuve mucha esperanza y mucha fe”, recordaba Deborah con una convicción que impresionaba a todos los que la escuchaban.

Deborah aprendió valiosas lecciones durante esos días en el mar. “Tienes que ir con tu instinto. Conoce tu entorno y busca los obstáculos y las oportunidades. Actúa de manera responsable porque la vida te hará rendir cuentas. Busca los regalos de gracia y recuerda agradecer por ellos. Posee la voluntad de vivir y una visión para el futuro”, solía decir en sus charlas motivacionales, sintetizando la sabiduría adquirida en una situación límite.

La oración fue su refugio durante las noches frías y los días ardientes. Rezaba una y otra vez, una línea que la mantenía atada a la realidad, asegurándole que aún mantenía la cordura. “La cosa más difícil es permanecer en la realidad todo el tiempo. Tienes que luchar contra las ilusiones. Para hacerlo, cuando las cosas empeoraban, decía el Padre Nuestro una y otra vez. Sabía que si podía decir las palabras, aún estaba cuerda.”

Después del naufragio
Después del traumático incidente, Deborah intentó retomar su vida. Se casó y tuvo dos hijos, pero las pesadillas del naufragio la perseguían constantemente. Decidió enfrentar sus demonios escribiendo un libro sobre su experiencia, inicialmente titulado “Albatross” y reeditado más tarde como “Untamed Seas”. La escritura del libro fue una catarsis, un proceso que le permitió liberar parte del dolor y encontrar un propósito en su sufrimiento.

El libro no solo relataba los eventos del naufragio, sino que también exploraba las lecciones de supervivencia y la fuerza interna que había descubierto. La historia de Deborah llegó a un público más amplio cuando su experiencia fue adaptada a la televisión en la película “Two Came Back”, protagonizada por Melissa Joan Hart. Además, su historia fue destacada en episodios de series como “I Shouldn’t Be Alive” y “I Survived...”, solidificando su estatus como una sobreviviente emblemática.

La notoriedad de su historia la llevó a ser entrevistada por figuras prominentes como Oprah Winfrey y Larry King. Pero, a pesar de la atención mediática, Deborah sentía que necesitaba más para poder influir y ayudar a otros de manera importante. Así que decidió obtener un título universitario para legitimar su trabajo y fortalecer su mensaje. Se matriculó en la Universidad de Texas en Arlington (UTA), donde creó un programa interdisciplinario en dinámicas de medios.

Graduarse en 1999 fue un momento de profunda realización personal para Deborah. “No puedo ni siquiera decirte lo que este título significa para mí. UTA hizo todo lo posible para asegurarse de que completara el programa. Simplemente amo UTA. Estoy tan agradecida y me siento tan bendecida de que la escuela estuviera allí. Realmente querían verme tener éxito”, expresó con gratitud en su ceremonia de graduación.


Tras completar sus estudios, se dedicó a dar conferencias y a trabajar como motivadora, compartiendo su historia y las lecciones que aprendió. “El modelo de supervivencia que uso es que el estrés es lo que ocupa el espacio entre tus realidades y tus expectativas. Es la incapacidad de una especie para adaptarse al estrés de su entorno lo que conduce a la extinción. La supervivencia está llena de estrés. La supervivencia está llena de dolor. Aprende a manejar el estrés y vivirás una vida plena. Deja que el estrés te domine y te matará.”

Carrera posterior
Después de graduarse de la Universidad de Texas en Arlington en 1999, se lanzó de lleno en su carrera como motivadora y escritora. Con su título en dinámicas de medios, encontró una nueva plataforma desde la cual podía influir y ayudar a otros. Viajó por todo el país dando conferencias sobre supervivencia y resiliencia, compartiendo no solo los detalles de su experiencia en el Trashman, sino también las lecciones universales que había aprendido.

Deborah publicó otro libro, “No Victims Only Survivors” en 2006, donde profundizó en las habilidades y mentalidades necesarias para superar situaciones de vida o muerte. Su enfoque en la importancia de mantener la calma, la fe y la esperanza resonó con muchas personas que habían enfrentado sus propias adversidades. Las palabras de Deborah no solo ofrecían consuelo, sino también herramientas prácticas para la supervivencia emocional y mental.

Su historia continuó atrayendo la atención de los medios. Apareció en programas de televisión como “Larry King Live” en 2006 y en documentales que exploraban su increíble historia de supervivencia. En 2019, el canal Discovery lanzó una película titulada “Capsized: Blood in the Water”, basada libremente en los eventos del naufragio del Trashman. La producción de Hollywood, aunque dramatizada, trajo la historia de Deborah a una nueva generación, destacando su valentía y fortaleza.

Mientras tanto, Brad Cavanagh, el otro sobreviviente del Trashman, continuó su carrera como navegante profesional, participando en regatas alrededor del mundo. Su vida también fue marcada por el naufragio, una experiencia que, como él mismo dijo, nunca se apaga. “No es algo que simplemente se apaga cuando termina. Sigues viviendo en ese modo de supervivencia”, expresó en un documental del Discovery Channel.

En su vida personal, Deborah Scaling Kiley enfrentó desafíos complicados. Se casó dos veces, primero con John Coleman Kiley III, y luego con Greg Blackmon. Ambos matrimonios terminaron en divorcio, el segundo con acusaciones de violencia doméstica. A pesar de estos fracasos en su vida amorosa, Deborah encontró alegría en sus hijos, Marka Kiley y John “Quatro” Kiley IV.

Trágicamente, la vida de Deborah fue golpeada por una pérdida devastadora en 2009, cuando su hijo Quatro murió en un accidente de ahogamiento. El joven, apasionado por la navegación como su madre, trabajaba enseñando vela en el Wianno Yacht Club durante los veranos. La muerte de Quatro fue un golpe profundo para Deborah, que ya había soportado tantas pruebas en su vida.

A pesar de todo, Deborah mantuvo su enfoque en encontrar lo positivo en las peores situaciones. “Cada día me despierto, y es un nuevo día y estoy feliz,” dijo con lágrimas en un episodio de la serie “I Shouldn’t Be Alive”. “Siempre, siempre trato de encontrar algo bueno en las cosas malas que me pasan. Nunca hay un día en el que estés más agradecido por la vida que el día en que casi mueres.”

En sus últimos años, se mudó a San Miguel de Allende, México, buscando un nuevo comienzo. Allí, lejos de las aguas que tanto amaba pero con una comunidad vibrante, encontró un lugar de paz. De manera inesperada murió el 13 de agosto de 2012. Las causas de su muerte no se revelaron públicamente, dejando a muchos preguntándose sobre los detalles de su fallecimiento.

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