Quién es Marlene Engelhorn, la joven heredera austríaca que donará 90% de su fortuna aconsejada por desconocidos

De 32 años, es descendiente del fundador de la química alemana BASF y eligió 50 ciudadanos anónimos para que decidan sobre el destino de sus fondos

General09/06/2024EditorEditor

¿Cuál es la mejor forma de contribuir al Bienestar y la Equidad de una Sociedad? Tal parece ser la inquietud detrás de la decisión de Marlene Engelhorn, joven austríaca de 32 años, residente en Viena y de ascendencia alemana, quien en septiembre de 2022, cuando murió su abuela, heredó 4.200 millones de euros, y quiere hacer lo mejor de esa fortuna, de la que rechazó un 90% para dedicarla a fines benéficos.

Marlene pertenece a una de las familias más ricas de Europa; es descendiente directa de Friedrich Engelhorn, quien en 1865 fundó en Mannheim, Alemania, la compañía BASF (por Badische Anilin und Soda Fabrik, o Fábrica de Tintas y Anilinas), una de las grandes compañías químicas del mundo, que con un valor de mercado de USD 46.000 millones ocupa el puesto 422 en el ranking mundial de empresas que publica el sitio companiesmarketcap.

De niña, Marlene asistió a escuelas privadas y recién cuando empezó a concurrir a la Universidad de Viena, donde estudió lengua y literatura germánica, percibió la diferencia entre su situación y la de la “gente normal” que la rodeaba. Ya en 2021, cuando supo que heredaría a su abuela Traudl Engelhorn Vechiatto, participó de la creación de la organización Tax Me Now (Cóbrenme Impuestos Ahora) pidiendo que el Estado le descontara el 90% de su herencia. De lo contrario, lo donaría, aseguró.

Éso fue lo que concretó en enero de este año, cuando decidió donar parte de su fortuna, pero de modo diferente al “capitalismo filantrópico” que practican multimillonarios como Bill Gates y Jeff Bezos, el fundador de Amazon.

Un buen consejo
 
Marlene Engelhorn lo hizo donando 25 millones de euros que puso en un fideicomiso cuyo destino está en manos de un grupo de 50 personas elegidas entre los miles de postulantes que respondieron a las 10.000 cartas enviadas a ciudadanos austríacos elegidos al azar con la sola condición de ser mayores de 16 años, para integrar el grupo Guter Rat für Rückverteilung (traducible como “Un buen Consejo para la Redistribución).

Asistió a escuelas privadas y recién cuando empezó a asistir a la Universidad de Viena, donde estudió lengua y literatura germánica, percibió la diferencia entre su situación y la de la “gente normal” que la rodeaba
En definitiva, argumentó, se trata de la “creación de un impuesto que me gustaría pagar”, con un destino decidido “a través de un proceso democrático”. Si uno valora la democracia, subrayó, “debe darle una oportunidad y confiar en las personas”.

Este domingo, el Consejo debe anunciar su decisión final, sobre el que la propia Marlene no tiene voz ni voto, aunque impuso algunas condiciones: los fondos no podrán destinarse a organizaciones que promuevan el odio, nieguen el cambio climático o critiquen la aplicación de impuestos más altos. También dispuso ciertas reglas, como que la decisión no sea tomada por una mayoría simple, aunque a la vez no haya nadie con poder de veto.

La búsqueda, con la asistencia de un equipo profesional de moderadores, parece ser la de un “consenso democrático”. Desde marzo y durante seis fines de semana, por cada uno de los cuales fueron retribuidos con 1.200 euros, los 50 miembros del Consejo se reunieron en un hotel de Salzburgo, Austria, para discutir la cuestión y escuchar a expertos en economía, filantropía, filosofía.


Milei, cuando expuso en el Foro de Davos una visión radicalmente opuesta a la de Engelhorn EFE/EPA/GIAN EHRENZELLER

La iniciativa de Engelhorn es parte de un movimiento más amplio a favor de una más igualitaria distribución de la riqueza que incluye a organizaciones como Tax Me Now, su propia creatura, además de Millionaires for Humanity y Proud to Pay More (Orgullosos de Pagar Más). Como integrante de esta última, en enero Marlene fue una de las 260 personas multimillonarias del mundo que firmaron una carta dirigida a los líderes políticos y empresariales que asistieron a la última edición del “Foro de Davos”, en Suiza, en la que el presidente argentino, Javier Milei, hizo una exposición radicalmente opuesta a esa prédica.

La carta firmada por Marlene apoya la imposición de impuestos más altos sobre la riqueza y afirma que la extrema concentración de esta es “una amenaza para la democracia”. También firmada por personalidades como, entre otras, Abigail Disney, el actor norteamericano Brian Cox (ganador del Golden Globe, por su rol como el billonario Logan Roy en la serie Succession, de HBO), Valerie Rockefeller (heredera del legendario fundador del emporio petrolero), Ise Bosch (nieta de Robert Bosch, fundador del consorcio industrial alemán y partidaria del lema “La propiedad obliga”), Fiona Campbell (tercera esposa de Heini Thyssen, otro consorcio industrial alemán) y John Driscoll (presidente de US Healthcare, ex de Walgreen Boots Alliance y de Oxford Health Care) planteó al Foro “¿Cuándo van a cobrar más impuestos a la riqueza extrema? Si los representantes electos de las economías mundiales líderes no toman medidas contra el dramático aumento de la desigualdad económica, las consecuencias seguirán siendo catastróficas para la sociedad”.

“Retorno a la normalidad”
“Nuestro impulso no es radical, sino por impuestos más justos; es una demanda por un retorno a la normalidad basada en una sobria evaluación de las actuales condiciones económicas”, prosigue el texto. “Somos gente que invierte en startups, da forma a nuestros mercados, hace crecer empresas y contribuye al crecimiento económico (…) pero la desigualdad ha llegado a un punto de inflexión y sus costos a la estabilidad económica, social y ecológica son severos. Les pedimos que nos cobren más impuestos a nosotros, los más ricos; no alterará fundamentalmente nuestro nivel de vida, no privará a nuestros hijos ni dañará el crecimiento económico de nuestras naciones, sino que volcará riqueza privada extrema e improductiva a inversiones en un futuro democrático común”, dice otro pasaje.

Les pedimos que nos cobren más impuestos a nosotros, los más ricos; no alterará fundamentalmente nuestro nivel de vida, no privará a nuestros hijos ni dañará el crecimiento económico de nuestras naciones (Carta de “Orgullosos de Pagar Más” al Foro de Davos)
Según la carta, “la verdadera medida de una sociedad puede encontrarse no solo en cómo trata a los más vulnerables, sino en lo que pide a sus miembros más ricos. Nuestro futuro es de orgullo impositivo o vergüenza económica. Esa es la opción”. La solución, dice, “no puede estar en donaciones ocasionales ni en la filantropía. Las acciones individuales no pueden resolver el colosal desbalance actual”.

Sin embargo, una acción individual, suerte de prueba piloto con pretensiones de ejemplar, es lo que Marlene, firmante de aquella carta, busca con el Consejo para una Buena Redistribución que decidirá el destino de 25 millones de euros. Es también parte de una campaña para reponer al impuesto a la herencia y a las donaciones en Austria, aunque la heredera del imperio Engelhorn cree que hacen falta cambios más estructurales.


Marlene, explicando su posición, en marzo pasado, cuando empezó a sesionar el "Consejo para una buena Redistribución" REUTERS/Lisa Leutner

Desde 2008, en Austria herencias y donaciones están exentas de impuestos. “Lo que se mantiene es la obligación de registrar las donaciones y de pagar el impuesto de transmisiones patrimoniales sobre herencias o donaciones de bienes inmuebles”, explicó Reinhard Heinisch, profesor de Política Austríaca Comparada en la Universidad de Salzburgo, quien explicó que la decisión de Marlene cayó mal en casi todo el espectro político austríaco.

Para la izquierda (Marlene) es demasiado burguesa, para los conservadores una especie de traidora a la causa y para la extrema derecha integra una élite disfrazada de ciudadanos (Reinhard Heinisch, profesor de la Universidad de Salzburgo)
“Su proyecto es intelectual, igual que su método de jurado ciudadano. Aunque la encuentro interesante, simpática y elocuente, seguirá siendo una figura extraña para la mayoría de la gente”, dijo Heinisch, quien encontró la propuesta de Marlene “demasiado intelectual, demasiado de clase alta y demasiado alemana”, lo que hace improbable que mucha gente simpatice con ella.

¿Sensacionalismo?
La forma en que la heredera regala su fortuna, observó Heinisch, fue tomada como una forma de sensacionalismo por algunos y ningún partido político adhirió a su causa. “Para la izquierda es demasiado burguesa y acomodada, para los conservadores es una especie de traidora a la causa de la propiedad y para la extrema derecha integra una élite disfrazada de ciudadanos”, apuntó el politólogo y profesor austríaco.

La causa de un impuesto extra sobre los muy ricos no es demasiado novedosa. Una encuesta entre 2.300 personas ciudadanas de países del G20 con riquezas superiores a los USD 1.000 millones realizada por la consultora Survation para la organización Patriotic Millionaires precisó, por caso, que:

74% de ellos respondió a favor de aumentar los impuestos sobre la riqueza para ayudar a la causa del “costo de vida” y mejorar los servicios públicos,
75% apoya la introducción de un impuesto del 2% sobre la riqueza de los “billionaires” (en inglés, riqueza superior a los USD 1.000 millones).
58% apoya la imposición de una tasa del 2% a riquezas superiores a los USD 10 millones.
72% piensa que la riqueza extrema sirve para la “compra” de influencia política.
54% piensa que la riqueza extrema es una amenaza para la democracia
La referencia al 2% de impuesto a los súper-ricos no es casual; es la propuesta de un Observatorio Impositivo liderado por el economista francés Gabriel Zucman y que será discutida este mes en una Cumbre del G20.


Gabriel Zucman, el economista francés y miembro del "Observatorio Impositivo" que propuso un impuesto del 2% sobre los "billonarios", unas 3.000 personas cuya fortuna personal supera los USD 1.000 millones Francois
Walschaerts/Pool via REUTERS
A fines de abril, los gobiernos de Alemania, España, Brasil y Sudáfrica adelantaron estar a favor de ese impuesto que, de aplicarse a los cerca de 3.000 billionaires del mundo permitiría crear un fondo cercano a los USD 320.000 millones para “la lucha global contra el hambre, la desigualdad y el calentamiento global”.


La cuestión del bienestar y la justicia en una sociedad y de cómo llegar a ellas ya estaba entre las preocupaciones de Adam Smith, autor de “La Riqueza de las Naciones”, considerado el texto fundador de la Economía como disciplina. Para Smith, el bienestar proviene de personas que, con fines egoístas y guiados por una suerte de “mano invisible” que coordina sus acciones, maximizan la producción y la utilidad social mediante decisiones individuales en un mercado libre.

El propio Smith, sin embargo, atemperó esa posición en otra obra, “Teoría de los Sentimientos Morales” en la que observó que. aunque una sociedad “puede sobrevivir por la benevolencia de sus miembros o por la utilidad de sus vínculos, en el primer caso es más feliz”. Es cierto, dice en otro pasaje, que una sociedad puede mantenerse sin beneficencia, pero la Justicia, subraya, “es el pilar fundamental en el que se apoya todo el edificio. Si desaparece entonces el inmenso tejido de la sociedad humana, esa red cuya construcción y sostenimiento parece haber sido en este mundo, por así decirlo, la preocupación especial y cariñosa de la naturaleza, en un momento será pulverizada en átomos”.

Buffett vs Musk y Musk vs Gates
Contemporáneamente, multimillonarios como el legendario inversor Warren Buffett, apodado “el oráculo de Omaha”, también abogan por una mayor imposición sobre la riqueza extrema, al punto de marcar que en su país, EEUU, las alícuotas impositivas sobre dividendos y ganancias de capital son de solo el 15% y que los super-ricos no pagan impuesto a la seguridad social, mientras los asalariados promedio, unos 80 millones de norteamericanos, soportan una carga cercana al 33% porque sus ingresos están sujetos a una variedad de impuestos federales.

Una orientación casi opuesta es la de Elon Musk, quien enfatiza el aporte que una persona puede hacer a la sociedad a partir de sus creaciones y de la obra de sus empresas.

En su biografía de Musk, Walter Isaacson relata el encuentro entre el fundador de la automotriz Tesla, la aeroespacial SpaceX y otras empresas de alta tecnología y Bill Gates, el cofundador de Microsoft; esto es, dos de las personas más ricas del mundo.

Musk quería de Gates, conocido por sus obras de filantropía, consejos sobre a qué causas y de qué modo podía contribuir lo más eficazmente posible, pero rechazó sus cinco sugerencias, que consideró “una patraña”, y concluyó que contribuía más al bien del mundo mediante la acción de sus iniciativas y empresas. Gates, por su parte, consideró “bastante loco” el objetivo final de Musk, a través de SpaceX, de colonizar el planeta Marte.

La cosa se pudo ríspida cuando Musk trató de “hipócrita” a Gates por vender encubiertamente acciones de Tesla, siendo que ésta -alegó- es una de las principales armas contra el cambio climático a través del impulso a la electromovilidad, la reducción del uso de combustibles fósiles y, por ende, la “descarbonización” del planeta.

Altruismo efectivo
La posición de Musk tiene un aire de familia con el “altruismo efectivo”, concepto popularizado por Sam Bankman Fried, fundador y factótum de FTX, centro de transacción de criptomonedas que dejó decenas de miles de personas quebradas y le ganó una condena de 25 años de prisión por estafa.


Sam Bankman Fried, fundador de FTX, una bolsa de criptomonedas, en una de las audiencias de un juicio que lo terminó condenando a 25 años de prisión por estafas REUTERS/Amanda Perobelli/File Photo

El “altruismo efectivo” es definido como la maximización de la utilidad esperada a largo plazo, aunque eso implique desatender costos inmediatos, en el entendimiento de que así se contribuye más “efectivamente” al bienestar de la humanidad.

El movimiento ganó decenas de miles de adherentes, buena parte de ellos de universidades de elite, y hasta tiene filósofo de cabecera, William MacAskill, profesor de la Universidad de Oxford, autor de un best-seller sobre el tema. Pero el concepto en sí quedó en entredicho a partir de la estafa de su mayor profeta, Bankman Fried.

Marlene Engelhorn, la jóven heredera austríaca cuya iniciativa de “Buen Consejo para la Redistribución” le ganó atención mundial, cree que con el dinero se puede comprar el estar libre del hambre y la necesidad “al menos por un tiempo”, pero dice que para ella la frase más inspiradora es “nadie puede ser libre hasta que todos lo sean”.

Este domingo, cuando se conozca la decisión del “Consejo” se empezará a develar el resultado de su experimento.

Infobae

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