Una decisión histórica que busca promover la paz mundial.
“Gemelas transgénero”: la historia de las hermanas que se hicieron juntas la cirugía de reasignación sexual
Mayla vive en la Ciudad de Buenos Aires, donde estudia para ser médica; Sofía en Brasil, donde planea ser Ingeniera. A los 19 años se hicieron la operación que les permitió tener una “neovagina” y un “neoclítoris” con el que pueden sentir placer sexual. Las primeras gemelas del mundo en hacerse la intervención juntas cuentan su historia en una entrevista con Infobae. Por Gisele Sousa Dias
11/11/2023EditorMayla se sienta en un bar de Buenos Aires, la ciudad a la que se mudó hace varios años para estudiar Medicina, y pide una taza grande de café. Sofía eligió quedarse en Brasil, donde planea recibirse de Ingeniera Industrial. Tienen 21 años, son hermanas gemelas y las dos son mujeres transgénero, pero no es sólo eso lo que hace única la historia que están por contar a Infobae.
Mayla y Sofía Albuquerck son las primeras gemelas trans del mundo que se hicieron juntas la cirugía de reasignación sexual. Su deseo, compartido desde la niñez, era tener los cuerpos que tienen hoy: cuerpos sin pene ni testículos sino con vagina, vulva y un clítoris con el que pudieran sentir placer sexual.
La infancia
“Muchas personas creen que un niño de tres o cuatro años no sabe lo que quiere o lo que siente. Yo tengo recuerdos de lo que sentía. Está comprobado que cuando las memorias son muy traumáticas o te marcan mucho sí somos capaces de recordar”, cuenta a Infobae Mayla, la futura médica, y toma un sorbo largo de café.
“Entre mis tres y cuatro años, cuando iba al jardín de infantes, empecé a sentir que yo no era el niño que todos creían que era. Recuerdo que me habían leído ‘Cenicienta’, entonces cuando me iba a dormir pedía que un hada madrina hiciera conmigo lo que había hecho con ella”.
Mayla agregaba un detalle en sus oraciones: pedía que el hechizo durara para siempre, no hasta las medianoche.
Pero apenas se despertaba, se miraba en el espejo y veía que nada había cambiado. “Igual el deseo nunca se fue, nunca. ¿Viste esa flor que se llama diente de león?”, pregunta. Alguien de su pueblo le había dicho que podía pedir un deseo y soplar para que se cumpliera.
“Así que yo soplaba y pedía siempre el mismo deseo: transformarme en una niña. Lo hice hasta los 19 años, cuando pude hacerme la cirugía”.
Tan pocas palabras tenía una criatura de esa edad para hablar con su familia de lo que sentía que todo podría haber quedado encerrado en un secreto. Pero tenía con su “hermano gemelo” ese vínculo intransferible que suelen tener los que partieron de la división de un mismo óvulo.
Y ese “hermano” no sólo estaba dispuesto a acompañarlo en el camino: le estaba pasando lo mismo.
Los padres pensaron que uno estaba copiando al otro. “Pero yo sabía que no me estaba copiando, no era sólo eso”, sigue Mayla. Eran un espejo en el que podían mirarse.
“En mi caso también empezó muy temprano”, cuenta desde Brasil, Sofía, donde estudia Ingeniería Civil en la Universidade Federal de Mato Grosso. “Fue alrededor de los 5 años, cuando me di cuenta de que me gustaba mi vecino”.
Las dos viven ahora en grandes ciudades pero nacieron en un pueblo de sólo 4.000 habitantes llamado Tapira, en Mina Gerais. Pueblo chico: el resto, ya saben.
Desde los 10 años, cuando la apariencia de las dos dejó de ser la de dos clásicos varones -fútbol, short y pelo corto- sufrieron desde ataques físicos hasta emocionales, aislamiento en la escuela, padres que les decían a sus hijos que se alejaran.
Mayla, a la izquierda, estudia Medicina. Sofía, a la derecha, estudia Ingeniería
Habían crecido, además, en una familia en la que el dinero no sobraba.
“A veces me preguntan ‘¿cómo pasaste por todo esto sola?’ -cuenta Sofía-. La verdad es que nunca pasamos por esto solas, nos teníamos una a la otra”.
Dice Mayla: “Mucha gente no entiende que uno nace así, no es algo que se elige. Piensa conmigo: ¿Qué niño de 3 o 4 años va a querer sufrir todos esos prejuicios, almorzar y merendar solo en la escuela, no tener nadie para jugar, que nadie quiera ser tu amigo?”, sigue.
“Nosotras nunca buscamos información en Internet. Yo aprendía algo y se lo enseñaba a ella, y ella lo mismo. No contábamos para nadie por fuera de la familia, sólo una para la otra”.
La cirugía
La adolescencia fue muy difícil de soportar, no sólo por los mensajes de odio que muchas veces las llevaron a hacer denuncias policiales sino porque empezaron a desarrollarse, sus cuerpos empezaron a cambiar con la pubertad.
“Yo no me duchaba de la cintura para abajo porque no soportaba mirarme. Tenía una disforia tan grande con mi órgano que no soportaba mirar, sentir”, recuerda Mayla, que está en el tercer año de la carrera de Medicina en la Fundación Barceló, en Buenos Aires.
“He llegado a tener úlceras por esconderlo, mi hermana también”. Usaban por ejemplo, varias prendas ajustadas de ropa interior a la vez, una encima de la otra, para que apretaran sus genitales.
Las dos hablaron de eso en la serie “Gemelas transgénero”, que puede verse en HBO Max. “Cuando me enamoré por primera vez sufrí mucho por no poder tener nada por el cuerpo que me tocó”, contó Sofía en uno de los capítulos.
No todas las mujeres trans deciden hacerse una cirugía de reasignación sexual. De hecho -cuenta la futura médica- “el 95% de las mujeres trans del mundo no desea operarse. El 5% sí tiene deseo de hacerlo y apenas el 3% se la hace”.
Se operaron cuando tenían 19 años
Razones por las que pocas se operan hay varias. A algunas sus genitales no sólo no les molestan sino que son parte de su identidad de género, por eso tantas activistas hablan de “mujeres con pene”.
En algunos países, además, es una cirugía carísima, y eso fue con lo que se encontraron las gemelas en Brasil. En Argentina, en cambio, la operación no se paga porque está garantizada por la Ley de Identidad de Género de 2012.
¿Por qué ellas sí tenían un deseo profundo de operarse?
“Yo no me sentía completa. No me veía como soy completamente. Había algo dentro de mí que me causaba dolor y disforia”, explica Sofía. Y con disfroia se refiere a la sensación de incomodidad agobiante y angustia que pueden sentir las personas cuya identidad de género difiere del sexo asignado al nacer.
Fue el marido de su abuela -un hombre de campo al que las dos consideran su abuelo- quien hizo algo que las hace llorar de emoción durante toda la serie. Vendió una casa que tenía en alquiler y de donde le entraban un ingreso extra para pagarles la vaginoplastia.
Tenían 19 años cuando entraron al quirófano y se convirtieron en las primeras gemelas trans del mundo en hacerse la cirugía juntas.
El cirujano propuso hacerles la técnica de “inversión peneana”. Lo que hicieron, entonces, fue construirles un canal artificial llamado “neovagina”, que revistieron por dentro con la piel del pene invertida (como una media que se da vuelta).
Adaptaron la vía urinaria para que pudieran orinar sentadas y redujeron el glande (la parte superior del pene), conservaron los nervios y las arterias y con eso hicieron el llamado “neoclítoris”.
No como algo decorativo: “Nuestras estadísticas muestran que casi el 94% de las chicas trans que se hacen la vaginoplastia tienen orgasmos antes de los seis meses”, explicó a Infobae César Fidalgo, el urólogo que hace 25 años hizo la primera cirugía de reasignación genital de Argentina (y las sigue haciendo).
Con parte de la piel del pene se hacen los labios menores y con parte de la bolsa escrotal, los labios mayores, para que la vulva quede bien estéticamente. La parte eréctil del pene y los testículos se retiran.
Lo doloroso -coinciden las gemelas- no fue la cirugía sino “el después”, porque como la cavidad vaginal es artificial deben dilatarla con tutores (vibradores de distintos tamaños) para que no se cierre.
La cirugía fue exitosa para ambas, sin embargo, no hizo magia: no hizo que aprendieran a valorarse o a plantarse frente al mundo.
“Cuando habían pasado unos 10 días de la cirugía yo empecé a pensar en el suicidio. Mi hermana había hecho un vivo de Instagram y lo había contado y yo, por ser su gemela, había quedado muy expuesta”, recuerda Mayla.
“Sentía que no tenía más fuerzas. Yo creía que los días posteriores a la cirugía iba a sentir una gran realización y de pronto todo eran pesadillas. Pensaba que iba a ser apedreada por la sociedad cuando volviera a salir a la calle”.
"Pensé que la sociedad iba a apedrearme", contó Mayla
Nada de eso sucedió. Al contrario.
“El mayor error de las personas trans es creer que después de la cirugía los problemas se terminan, yo misma pensaba eso”, sigue.
Fue la terapia psicológica -a la que ella, al comienzo, se negaba- la columna vertebral del proceso de aceptación de su identidad de género.
“Antes -dice Mayla- si alguien me preguntaba en la calle ‘¿sos trans?’, yo volvía para mi casa, lloraba y no salía más, incluso dejaba de comer. Ahora no me importa lo que las personas piensan de mí o lo que dejaron de pensar. Ahora sé que nadie está obligado a aceptarte, pero si respetarte”.
Eso no se logró en un quirófano.
Las gemelas atravesaron muchos prejuicios durante sus transiciones
¿Podría ocultar que es trans? Podría, porque como hizo la transición a tan temprana edad y nunca tuvo una voz gruesa, podría. Pero no es lo que quiere.
“Conozco chicas trans operadas que están con hombres y no les cuentan la verdad. Es más, conozco a alguien que le dijo a su novio que quedó embarazada y lo perdió”, cuenta Mayla.
“Yo creo que es nuestro derecho ser respetadas pero también es un derecho de tu novio saber quién sos. No digo alguien a quien conocés en un boliche, porque tal vez tomó alcohol y nosotras nunca sabemos cómo puede reaccionar el otro. Pero si me pongo de novia y voy a tener una vida con esta persona, sí. Yo sé que mi sexo biológico es masculino, es absurdo decir que estás embarazada. Si la persona te ama y le gusta estar con vos se va a quedar igual”.
Renacer
“Después de la cirugía fue como si hubieran renacido”, contó su mamá en la serie. “Renacieron a una vida que siempre desearon tener. Hasta ese momento solo una parte de ellas vivía”.
Sofía usa la misma palabra durante la entrevista: “Siento como un renacimiento en otro cuerpo, el que siempre luché para tener. Ahora me siento libre de las ataduras que me alejaban de la felicidad”.
Su historia recorrió los medios de todo el mundo (la serie se vio en 40 países). Y ellas decidieron hacer sus vidas públicas para ayudar a seguir rompiendo tabúes. Hablaron y no sólo del sufrimiento.
“Hoy consigo tener placer sexual como cualquier mujer”, declaró Sofía en una entrevista con la revista brasilera Vogue en mayo, para el Día Internacional del Orgasmo.
Durante un desfile de Vogue
Mayla tenía pensado recibirse de médica y especializarse en cirugía cardiotorácica. Pero el cirujano brasilero que la operó le ofreció enseñarle a hacer las intervenciones de readecuación sexual para mujeres y varones trans.
“Decidí que voy a hacer la especialización en la misma cirugía que nosotras nos hicimos. En Brasil es una operación muy cara y además hay una lista de espera de entre 5 y 10 años. No me imagino si hubiera tenido que esperar todo ese tiempo…”, piensa y resopla.
Su idea tiene varias ramas. Una es aprender primero y crear luego un programa para que las mujeres trans de Brasil que no puedan pagar la cirugía puedan operarse gratis.
La otra es investigar y desarrollar técnicas para hombres trans que quieran hacerse la faloplastia. “Como el pene se construye con un injerto la tasa de rechazo es muy alta. Quisiera desarrollar alguna técnica que les permita tener un órgano más funcional”, piensa mientras pide la cuenta.
A pesar de que la Iglesia Católica nunca fue amigable con la diversidad sexual, Mayla no perdió su fe.
“Siempre me pregunté ‘¿por qué yo? ¿Por qué nosotras?’. Creo que Dios nos puso juntas para hacer esto, una sola no habría tenido fuerzas suficientes para seguir. Pienso que si estoy viva, que si no llegué al suicidio, es porque estoy acá para ayudar a los que siguen”.
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