
El niño superdotado que le gustaba intoxicar a su familia y que prefirió que lo recordaran como “el envenenador del mundo”
Desde su niñez, Graham Young empezó a mostrarse fascinado por los efectos de algunas sustancias sobre el cuerpo humano. Su padre le regaló un juego de laboratorio con tubos de ensayo y mecheros para estimularlo. Tenía un coeficiente intelectual elevado y una curiosidad extrema. La vida sin remordimientos y la muerte sospechosa de una mente brillante y asesina