Un marido millonario y una esposa dispuesta a matar para sacarle todo, incluso los ojos

Ben Novack Junior era un magnate dedicado a la hotelería de alta gama. Pero todo se precipitó tras la muerte de su madre y la disputa con su esposa por una herencia. La mujer fue condenada a perpetua y perdió todo derecho sobre la fortuna familiar. Por Carolina Balbiani

General 17/10/2022 Editor Editor

Narcy, dijeron ante el tribunal, actuó motivada por “el odio, la ambición y la venganza”

Cuando el millonario Ben Novack Junior, heredero de un imperio dedicado a la construcción de hoteles -entre ellos el célebre Fontainebleau de Miami Beach- enterró a su madre Bernice, en abril de 2009, no podía saber que tres meses después estarían despidiéndolo a él. Menos todavía que su muerte sería uno de los asesinatos más espeluznantes de los Estados Unidos que provocaría que el supuesto fallecimiento accidental de su madre también fuera investigado como un crimen.

Ahí vamos con la compleja historia de los Novack donde, una vez más, queda demostrado que el dinero no es un pasaporte a la felicidad y que, por el contrario, puede convertirse en un bien tan codiciado que conduzca al peor destino.

El principio de todo

Es necesario hacer un poco de historia de la familia. El casamiento de Ben Novack Senior (el padre del protagonista de este policial) nació en 1907, en Nueva York, y fue uno de esos hombres emprendedores, sin demasiados escrúpulos, que saben amasar fortunas.

Su primera mujer se llamó Bella Morris y con ella adoptó a un hijo: Ronald Marc Novack. En 1951 la pareja se divorció y él le cedió un valioso terreno, de unos seis mil metros cuadrados, donde había estado el Hotel Sans Souci.

Un poco más tarde llegó el casamiento de Novack Senior con Bernice Mildred Stempel, una espectacular ex modelo de Coca Cola que posaba, también, para el célebre pintor Salvador Dalí. Bernice lo deslumbró, pero ella también quedó encandilada con él y con la vida glamorosa que empezaron a llevar y donde el dinero fluía sin barreras.


Narcy fue condenada a cadena perpetua y perdió el derecho sobre la herencia

Novack Senior ya había construido otros hoteles cuando, en 1952, compró la mansión Harvey Firestone, en North Beach, en Miami, que había pertenecido al magnate de los neumáticos. La pagó 2,3 millones de dólares y quedaba exactamente al 4400 de la avenida Collins. En esas ocho hectáreas que bordeaban el mar se propuso crear un hotel fantástico y para ello recurrió al arquitecto Morris Lapidus. El dinero para encarar la construcción era el gran desafío. Pero Novack Senior no tenía pruritos y entre sus socios había de todo, incluso un mafioso de la época llamado Sam Giancana.

Lapidus, quién acuñó la frase “demasiado nunca es suficiente”, concretó el sueño de Novack Senior que pretendía una fachada levemente circular.

Dos años después el hotel Fontainebleau estuvo terminado: se inauguró el 20 de diciembre de 1954. Tenía dos discotecas, varios restaurantes y bares, piletas que daban al mar, inmensas salas para convenciones y una escalera que pretendía emular a la Ópera de París y que no conducía a ningún lado. Amistades peligrosas, muchos famosos y dinero de origen turbio empezaron a ser parte de la historia de este hotel que no demoraría en convertirse en un ícono majestuoso de Miami Beach.

La pareja Novack daba entrevistas y se dejaba fotografiar en ese impactante lobby de 1600 metros cuadrados y en sus jardines que fueron diseñados imitando a los de Versailles. Posaban junto a Elvis Presley, Lucille Ball, Judy Garland, Marlene Dietrich, Gary Cooper y Bob Hope. Y, en esas primeras décadas, Frank Sinatra siempre estaba allí. No solo cantaba, sino que también era amigo de la familia Novack.

La presencia de la mafia y los escándalos de los famosos empezaron a ser parte de la historia del Fontainebleau.

El gusto por las mujeres pulposas

La pareja tuvo un solo hijo que nació en 1956 y al que llamaron Ben Novack Junior. Estaban en el momento cúlmine de su vida estelar, rodeados de celebrities, carísimas pinturas al óleo y con Bernice que se mostraba engalanada con alhajas con diamantes.


Cuando Ben Junior cumplió 16 años recibió como regalo un fabuloso auto Lincoln. No tenía novias serias, el ejemplo paterno no ayudaba, y solo salía con bailarinas de clubes nocturnos

La biblioteca personal de los Novack se fue llenando con fotos de ellos con autoridades políticas, estrellas del cine y la canción. La familia vivía a lo grande y en su colección de imágenes estaban los líderes del mundo, incluido el presidente de los Estados Unidos John Kennedy.

Ben Senior (o Benji como le decían sus padres) era como un principito solitario. Vivía en el piso 17, rodeado de gente, pero sin mucha atención parental, con una niñera alemana que lo obligó a escribir con la mano derecha. No jugaba con otros chicos, vivía entre adultos y lo que pedía lo tenía. Sus amigos eran los mozos y la gente que trabajaba para sus padres.

Novack Senior llevaba una vida loca, llena de romances fáciles. Bernice y él se amaban de una manera tóxica y todo terminó en una separación cuando ella no aguantó más sus infidelidades. Un día se fue sin su hijo. Lo dejó con el padre. Pero Novack Senior no aguantó mucho sin Bernice y logró que ella desistiera del divorcio y volviera a ser la cara glamorosa del hotel. El próximo conflicto lo desató Bernice: tuvo un amante y Novack Senior la pescó. Esta vez fue él quien, en 1966, pidió el divorcio.

Ben Junior se fue a vivir con su madre. Su padre siguió expandiendo el imperio hotelero, pero sin la ayuda de Bernice que sabía domar su carácter impulsivo, cometía errores. Le costaba conseguir financiación legal para construir los nuevos hoteles y recurrió a hipotecar sucesivamente el Fontainebleau.

Fue el principio de un colapso financiero anunciado.

Cuando Ben Junior cumplió 16 años recibió como regalo un fabuloso auto Lincoln. No tenía novias serias, el ejemplo paterno no ayudaba, y solo salía con bailarinas de clubes nocturnos. Además, era un poco tartamudo.


Ben Novack Junior y Narcy en una foto de cuando el romance estaba en pleno apogeo

En 1976, cuando Ben Junior tenía 20 años, conoció a Jill Campion. Era una ex corista con un porte impactante, alta y bella. Ben quería invitarla a salir y no encontró mejor idea que proponerle una falsa entrevista de trabajo. Como siempre, consiguió lo que quería. Dicen que ya por entonces Ben había desarrollado un interés morboso por los senos grandes. Esa parte del cuerpo femenino era la que más lo atraía sexualmente.

Por otro lado, el joven ponía mucho empeño en su trabajo en el hotel y empezó a prepararse para su propia carrera como empresario. No se puede saber cuánto sabía realmente el joven sobre cómo se financiaba su padre y cuánta droga circulaba por el hotel. Queda el beneficio de la duda. Pero, sabiendo o no, lo cierto es que Ben Junior fue testigo de la caída del mito. En 1977 el hotel quebró y Sinatra se ofreció a comprarlo. Todo terminó a las piñas con Novack Senior que no quería deshacerse de su creación y se sintió insultado. Finalmente, fue vendido en 27 millones de dólares (hoy serían unos 116 millones) y Novack Senior comenzó a sacar su dinero a paraísos fiscales.

Flaca a fuerza de pastillas

Ben Junior no se desanimó. Aprovechó sus contactos y buscó trabajo. La empresa Amway lo contrató y él comenzó a organizar sus grandes convenciones. Le fue más que bien. Mientras, su romance con Jill Campion, seguía adelante. Ben junior era exigente y le demandaba que estuviera muy flaca y se vistiera sexy. La alentó a tomar pastillas para mantenerse delgada. El brillante hombre de negocios en el que se había convertido también tenía su costado mentiroso e infiel. Por ese tiempo, además, comenzó a consumir cocaína. Jill sabía que su suegra Bernice (quien ya estaba viviendo con otra pareja en Fort Lauderdale) no la quería. Pensaba que ella era muy poca cosa para él. La pareja, de todas formas, siguió adelante y en junio de 1979 se casaron. Ese día Ben le tuvo que admitir a Jill que le había mentido: le confesó que era cinco años más chico de lo que le había dicho. En realidad, era otra mentira: era ocho años menor. Jill se sintió profundamente traicionada. Además, pasaba el tiempo y Ben se demoraba en comprar una casa. Jill sospechaba, y no se equivocaba, que era adrede y por influencia de su suegra que no deseaba que ella figurara en la escritura de la propiedad.

En marzo de 1981 se divorciaron. Jill solo recibió lo que hoy serían unos 12 mil dólares. Nada para semejante dinero en juego.

Conocer al verdugo

Una vez divorciado, Ben Junior compró una propiedad y se mudó rápidamente cerca de su madre. Seguía trabajando para Amway, era empresario y también colaboraba como voluntario para la policía de Miami Beach. Quería ser detective.

En 1983, con 27 años, conoció a otra bailarina desnudista en un club nocturno en Hialeah. Ella tenía el pelo platinado y un físico exuberante. Le dijo a Ben Junior que se llamaba Sylvia y que era de Ecuador.


Narcy fue condenada por haber orquestado los dos asesinatos en un juicio que tuvo la atención absoluta de los medios

La bailarina no le hizo caso hasta que las otras mujeres del local le dijeron quién era: un heredero millonario y exitoso empresario experto en convenciones. Un tipo muy duro y ordinario en las discusiones, pero que tenía fama de pagar sus deudas.

Ahí todo cambió y Sylvia, que no se llamaba así, decidió prestarle toda su atención. Le dijo que su verdadero nombre era Narcisa Veliz Pacheco, que le decían Narcy, que había nacido en Ecuador en 1956, que era separada y que tenía una hija llamada May Abad.

Al contrario que Ben Junior, Narcy había nacido en la pobreza extrema y con sus hermanos habían empezado a emigrar desde su país hacia los Estados Unidos para buscarse un futuro.

Contrato prenupcial

Ben Novack Senior fracasó en sus últimas aventuras monetarias. Vivía con una joven de 30 años cuando se enfermó. Bernice a pesar de estar separada siempre se interesó por él y personalmente se ocupaba de que tomara sus remedios. Con su salud deteriorada, en 1984, Novack Senior firmó un poder total para su hijo antes de ser admitido en el hospital.

Murió con 78 años el 6 de abril de 1985.

Ben Junior empezó una terapia para combatir su tartamudeo y comenzó a disfrutar de su dinero. En 1987 se compró un lujoso yacht y lo estacionó en el muelle de su casa. Empezó a decirle a Narcy que se agrandara las lolas. Era su obsesión.

Narcy, que había pasado de la miseria a la riqueza sin escalas, de pronto se encontró habitando una nueva casa tasada en 2,4 millones de dólares. Lo mejor de todo era que ya no tenía que trabajar de nada ni esforzarse en limpiar o cocinar.

Era una vida que nunca había imaginado que podría llegar a tener.

Cuando Ben Junior manifestó que se casarían, Bernice exigió que se firmara un acuerdo prenupcial: si se divorciaban antes de los diez años de matrimonio Narcy no obtendría nada de nada. Después de esa fecha, recibiría 65.000 dólares (unos 130 mil dólares actuales). Así, la fortuna de la familia quedaría a salvo.

Narcy firmó, no le quedaba otra. Pero le quedó clarísimo el riesgo.

Se casaron en una ceremonia judía en diciembre de 1990. Ella, soñando con la bonanza económica; su suegra, con total desilusión porque la consideraba una mujer “barata” para su hijo. Bernice odiaba el acento hispano, la falta de educación y el estilo procaz de Narcy. Pero así eran los gustos de Ben Junior.

Al poco tiempo, Narcy comenzó a trabajar con su flamante marido y su suegra

Extravagancias, isla privada y avión particular

La hija de Narcy, May Abad, tuvo un bebé en 1991 y un segundo hijo en 1992. Narcy no era para nada una abuela amorosa y como madre, según su propia hija, había sido abusiva. Pese a eso, May la iba a visitar con frecuencia. A Ben, su hijastra no le agradaba demasiado, pero de todas formas la contrató para que trabajara con ellos.

May pegó buena onda con su abuelastra Bernice. Ambas criticaban a Narcy y se volvieron compinches.


Una de las últimas fotos de Narcy antes de quedar detenida

En 1994, Narcy y Ben Junior, se mudaron otra vez a Fort Lauderdale para vivir al lado de Bernice. Compraron una casa sobre el mar con seis habitaciones. En los años siguientes adquirieron dos lotes más pegados a su mansión. El imperio renacía y toda la familia trabajaba en él, incluida la activa Bernice. Dicen, quienes la conocieron, que la matriarca no solo quería estar cerca de su hijo sino que deseaba mantener bajo control a Narcy. Nunca había confiado en ella.

A Narcy le gustaba la extravagancia y la ostentación. Con perfil alto, solía comprar alhajas caras y tenía en su vestidor cientos de pares de zapatos. Quería pertenecer al selecto mundo de los ricos, así que también empezó a fabricarse un pasado acorde a su nueva vida. Decía que provenía de una potentada familia ecuatoriana y que había ido a Nueva York para estudiar diseño. Para ponerse a tono con su nueva vida también empezó a dejar el ordinario platinado de su pelo, que su suegra tanto criticaba, para teñirse de oscuro.

Ben Junior en tanto continuaba con sus éxitos económicos. Compró una isla en las Bahamas y un avión privado. Aunque tenía tan malos modales que los dos primeros pilotos renunciaron a los pocos días.

Alertas que no sonaron

Al principio, Narcy era la amable de la pareja, la persona con la que los clientes podían hablar. Pero con el paso del tiempo empezó a ser tan grosera y despiadada como Ben Junior. Además, se volvió en extremo celosa. Sospechaba que su marido tenía romances lo que generaba violentas peleas. En ocasiones, llegaron a perseguirse por las calles con sus autos. Era una pasión tormentosa que no prometía nada bueno.

En el verano de 1999 Bernice comentó que Narcy la había querido envenenar poniendo algo en su botella de agua en la heladera del trabajo. Se le cerró la garganta y terminó en urgencias. Ben Novack Junior también había terminado en el hospital luego de varias comidas que le había hecho su querida Narcy. A sus amigos Ben Junior les admitió que ella practicaba Voodoo y que la situación era peligrosa.

Ya corría el año 2000 y Narcy ya podría divorciarse con el mínimo del contrato, pero para ella eso era muy poco. Y las cosas siguieron adelante, aunque la unión venía desmoronándose de la peor forma.

Un secuestro de 25 horas

El 8 de junio de 2002 Narcy y Ben Junior fueron a comer a un restaurante mexicano. Volvieron a su casa y se fueron a dormir. A la una de la madrugada Ben se despertó con tres hombres en su cuarto. Le vendaron los ojos y luego lo ataron con sogas a una silla. Narcy, claramente, estaba con ellos. Ben estuvo atado 25 horas en las que le dejaron hacer pis en una botella que colocaron al lado de la silla. Ella lo amenazó con cortarle el pene y tirarlo a un canal. Los hombres saquearon la casa mientras Narcy cargaba sus valijas con todo lo que había en sus roperos y en el baño.

También tomó 370 mil dólares que había en una caja de seguridad debajo de la escalera, sus alhajas y las antigüedades más valiosas. Al irse le dijo al oído: “si no te puedo tener, nadie te tendrá. Estos hombres vendrán a terminar el trabajo…puedo hacerte matar en cualquier momento. No lo estás ahora porque yo los paré”.

Dicho esto le rellenó la boca con cinta adhesiva y se marchó.

Ben Junior quedó tan aterrado que, cuando fue hallado, no quiso que la policía, incluso los que tanto conocía por su voluntariado como detective, hicieran mucho. Aunque tuvo que terminar admitiendo que ella estaba involucrada en el ataque.

La policía la fue a buscar, pero ella había sido más rápida y había denunciado a Ben Junior por violencia doméstica. Narcy pretendía que lo sacaran de la casa para ir ella a vivir ahí.

Ben Junior contrató a un detective privado porque quería de vuelta su dinero y sus cosas… Pero, otra vez, Narcy subió la apuesta: se presentó en la estación de policía con imágenes porno de personas amputadas con las que, dijo, él tenía un fetiche sexual y reveló que ambos practicaban sadomasoquismo. Puso énfasis en explicar que aquella noche los dos estaban atados y que todo había sido un encuentro sexual voluntario. Y relató algo más. Años atrás Ben Junior le había roto la nariz con un golpe en medio de una pelea y que luego la había llevado a un cirujano para que se la reparara. Cuando Narcy se despertó de la anestesia no solo tenía arreglada su nariz sino que, además, tenía unos nuevos y enormes implantes mamarios.

Todo esto no pudo probarse, pero Ben Junior se asustó lo suficiente como para retirar la denuncia y no pedir el divorcio. El chantaje había funcionado.

Reconciliación y testamento mortal

El asunto era tan sórdido que la policía empezó a cansarse de las acusaciones y retractaciones de la pareja.

Increíblemente la pareja terminó reconciliada. Seguirían juntos siete años más, hasta la muerte.

En el año 2006, al cumplir 50, años Ben Junior redactó un testamento donde le dejaba todo a Narcy e incluso explicaba que querían ser enterrados juntos. Pero, siempre hay peros, si él moría antes que su madre, Bernice heredaría 200 mil dólares de la época y la mitad de las ganancias que daban las propiedades. Bernice tendría el control.

Ben Junior nunca se dio cuenta de que con ese testamento había firmado dos sentencias a muerte: la de él y la de su madre.

Cuando Narcy Novack descubrió que su esposo estaba teniendo una nueva aventura con la ex prostituta y actriz porno Rebecca Bliss, todo se precipitó. Narcy se perseguía cada vez más y temía que él la dejara y ella terminaría con un mísero pago. Eso no podía pasar, se decía. Y elaboró su cruel plan.

Muerte accidental… con una llave inglesa

Bernice Novack tenía 87 años (había nacido el 2 de diciembre de 1921) cuando fue hallada muerta el 4 de abril de 2009 en el garaje de su propia casa en el número 2757 de la calle 37, en Fort Lauderdale, Florida, Estados Unidos.

A pesar de la cantidad de sangre en la escena, su deceso fue atribuido a un accidente por su avanzada edad. Hubo policías y periodistas que sospecharon, era inusual la cantidad de sangre derramada. Además, la autopsia refería heridas masivas en su cabeza, una fractura de mandíbula y de un dedo. Aun así los detectives fueron indolentes, o quién sabe qué pudo pasar a estas alturas, pero lo cierto es que no tomaron muestras de huellas digitales ni de ADN. Tampoco entrevistaron a los vecinos que podrían haberles contado de los hombres que habían visto girando en las cercanías de la propiedad en los meses previos. En resumen: hicieron un pésimo trabajo que podría haber evitado otra muerte que se avecinaba rauda.


Narcy ingresa a los Tribunales donde fue juzgada por los crímenes

Ben Junior sospechó como otros de la escena porque sobre la mesa de comedor había un vaso de vino blanco servido: su madre jamás había tomado esa bebida. Pero nadie quiso investigar, después de todo Bernice era una anciana y el doctor Joshua Perper, el examinador médico del condado de Broward, había sido taxativo al afirmar que se había caído y había muerto por trauma cerebral.

Fin. Solo por ahora.

La brutal ejecución

Si hubiese sabido que sus sospechas sobre la muerte de su madre tenían fundamento, Ben Novack Junior (53) hubiera contratado un guardaespaldas. Pero no lo supo. Tres meses después de enterrar a Bernice, el 12 de julio, fue hallado asesinado en el Hotel Rye Town Hilton, en Rye Brook, a 35 minutos de Manhattan.

El heredero, el dueño de una exitosa empresa de convenciones laborales, estaba alojado allí con su mujer Narcy y llevando a cabo unas jornadas para los más de 1000 empleados de Amway Global International, su mejor cliente. Todos eran sus potenciales asesinos, incluida su esposa desde hacía 19 años.

Narcy fue quien lo encontró después del desayuno: el cuerpo de su marido estaba en el piso de la gran habitación, en calzoncillos, con la cara cubierta de cinta adhesiva, con sus brazos atados a la espalda y sus piernas envueltas con cinta por debajo de las rodillas. Su cabeza era pura sangre. Sus asesinos le habían sacado los ojos con un cuchillo y le habían golpeado el cráneo con pesas.

Los detectives fueron armando la realidad de lo ocurrido esa mañana. Era evidente que todas las pistas conducían a Narcy. La organizadora del plan había contado con la ayuda de su hermano Cristóbal Veliz.

Esa madrugada Narcy habría dado la orden y Cristóbal llamó a sus hombres: “Bueno, ella está lista. Vamos ahora”, dijo. Apenas llegaron al hotel donde se llevaba a cabo la convención, Narcy les franqueó la puerta del penthouse donde se alojaban y los dirigió hacia donde dormía su marido. Les dio una almohada para que ahogaran sus gritos y les ordenó que le arrancaran los ojos, al mejor estilo de la mafia: para que no pudiera mirar a otra mujer.

Increíble pero cierto, dos meses después de su muerte, el cuerpo de Ben Junior seguía depositado en la morgue del condado de Westchester. La policía se preguntaba por qué Narcy demoraba tanto en enterrarlo. La viuda estaba muy ocupada y apurada vendiendo la valiosa colección de Batman de su marido, sacando y escondiendo el cash de los cofres de las compañías y yendo a las cajas de seguridad bancarias aprovechando que los bancos no estaban todavía enterados de su muerte.


Narcy durante uno de los interrogatorios a los que fue sometida por los investigadores

La codicia iba dejando huellas por todos lados.

El hijo mayor adoptado por Ben Novack Senior, Ronald Novack, fue uno de los personajes que la policía investigó. Había vivido olvidado por su familia millonaria y era un linyera que dormía en las calles. No tenía nada que ver.

Todo conducía a ella

Narcy Veliz fue arrestada por el FBI el 13 de julio de 2010, casi al cumplirse un año del siniestro crimen de su esposo. Su hermano y los otros tres cómplices cayeron con ella. Fue acusada de ser la mente que orquestó el crímen y fue así que se activó la investigación por la anterior muerte de Bernice.

Cristóbal Véliz fue ,además, acusado de contratar a Alejandro Gutiérrez-García, a Joel González y a Denis Ramírez para llevar a cabo el plan de Narcy.

Una de las testigos clave fue esa mujer a la que Ben Junior, según Narcy, no debería haber mirado jamás: Rebecca Bliss. Ella contó que la mismísima Narcy le había ofrecido 10 mil dólares para que se apartara del camino y le había dicho: “Si yo no lo tengo, ninguna otra mujer lo tendrá”. Tenía esa idea fija.

También se conoció el testamento de Ben Junior, si su madre hubiera estado viva cuando él murió hubiera sido nombrada como encargada de la fortuna. Narcy Novack recibiría las propiedades, pero Bernice Novack estaría a cargo del manejo de todo y hubiera ejercido el control. A su poco querida nuera le hubiera sido difícil hacer lo que quería. Por ello se habían encargado de eliminarla antes. Se determinó que la muerte de Bernice había sido un asesinato: ella había peleado por su vida y los golpes habían sido efectuados con una llave inglesa.

Los hermanos Veliz fueron juzgados juntos en la corte federal de White Plains, Nueva York, en el año 2012.

¿Cuál fue la defensa de Narcy? Acusar a su propia hija May Abad de ser el cerebro detrás de los asesinatos. Según Narcy, May buscaba heredar y quedarse con la enorme colección de Batman que tenía Ben Junior. El abogado de Narcy aseguró que su clienta había visto a May Abad con los asesinos. Por su parte, May Abad le dijo al Miami Herald que el hecho de que la intentaran culpar de la muerte de su padrastro parecía una verdadera broma.

Los fiscales concluyeron algo muy distinto a lo que sostenía Narcy: era ella quien temía perder terreno frente a la nueva amante de su marido y que él la dejara por su nuevo amor. Si se separaban estaba el maldito acuerdo prenupcial y a Narcy le quedarían migajas.

Narcy, dijeron ante el tribunal, actuó motivada por “el odio, la ambición y la venganza”.

Los hermanos fueron declarados culpables de violencia doméstica, asesinato, lavado de dinero y obstaculización a la Justicia.

La sentencia para Narcy (56) llegó el 16 de diciembre de 2012. Con su uniforme azul de presidiaria eligió no estar presente cuando se leyó su condena a perpetua sin posibilidad de libertad bajo palabra. El Juez Kenneth Karas le apuntó y dijo que retirarse de la sala había sido el último acto de cobardía de Narcy Veliz. Desde entonces la convicta pasa sus días en el Correccional Federal de Tallahassee, en Florida. Allí se habría hecho amiga de Ghislaine Maxwell, hija del magnate inglés de los medios, condenada por tráfico sexual por reclutar menores para Jeffrey Epstein. El glamour detrás de las rejas ya no es glamour, pero ellas se entienden.

El hermano de Narcy, Cristobal fue a parar a la penitenciaría Big Sandy en Inez, en el estado de Kentucky. Tenía al momento de la condena 59 años.

Los otros tres cómplices (Gutiérrez-García, González y Ramírez) fueron juzgados por separado y obtuvieron penas menores.

Perder el derecho a heredar

Narcy fue condenada por haber orquestado los dos asesinatos en un juicio que tuvo la atención absoluta de los medios. Y, aunque ella estaba designada como la única beneficiaria de una fortuna estimada en un total de 10 millones de dólares, por el Estatuto de Asesinos de la Florida, con la sentencia perdió todos los derechos a ese dinero. Además, el juez también ordenó que se le confiscaran sus bienes personales. Adiós al botín, ser la jefa del clan homicida le había jugado en contra.

En el año 2014 la justicia decidió que fuera May Abad y sus tres hijos (Marcello, 21, Patrick, 20 y un tercero que nació después de la muerte de Ben, su abuelastro) quienes heredarían todo. Pero no sería de cualquier manera: a May le darían 150.000 dólares y el resto del dinero sería invertido en diferentes fideicomisos.

El caso inundó durante años noticieros, programas y llegó a documentales. Tenía todos los condimentos para conseguir buen rating. El hotel que había cobijado a estrellas como Frank Sinatra y Elvis Presley y donde filmaron películas como Scarface (Caracortada) dirigida por Brian de Palma y The Bodyguard (El guardaespaldas) con Kevin Costner y Whitney Houston tenía mucho que contar. En el año 2015, la historia de los Novack inspiró la película Beautiful & Twisted (Hermosa y peligrosa), protagonizada por Rob Lowe como Ben Novack Jr., Paz Vega como Narcy y Candice Bergen como Bernice.

Narcy tiene hoy 66 años y en su cabeza las canas se mezclan con su melena oscura. Le gustaba despertarse tarde, pero ahora la despiertan muy temprano con el resto de las reclusas. Se desvivía por las alhajas, la ropa y los zapatos de marca, pero todos los días se enfunda en un aburrido mameluco y desliza sus pies en el único par de zapatos que hay en su celda.

La vida de lujos que supo disfrutar y que tanto ambicionó quedó muy lejos, atrapada en algún rincón de su memoria.

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