Adiós al complejo de Edipo. Paciente de Lacan quiere cambiarlo por un nuevo complejo: el de Caín

Gérard Haddad, psicoanalista tunecino de 69 años, está en el país para presentar el ensayo "El complejo de Caín, ¿un punto ciego en la teoría freudiana?", donde aborda la fantasía fratricida. Su agenda.

General 30/09/2022 Editor Editor

En 1969, cuando todavía trabajaba como ingeniero agrónomo, Gérard Haddad conoció a Jacques Lacan y comenzó con él un tratamiento psicoanalítico. La aventura duró once años, en el curso de los cuales se operó una transformación en su vida: se convirtió en psicoanalista.

 
El testimonio de su análisis con Lacan quedó narrado en su novela El día que Lacan me adoptó. Haddad también es conocido por muchos otros de sus libros, como El pecado original del psicoanálisis y Comer el libro, que exponen también sus novedosos aportes para pensar la cultura y la tradición.

Durante esta semana, Haddad está de visita en Buenos Aires para presentar su más reciente ensayo sobre la violencia fraterna, El complejo de Caín, ¿un punto ciego en la teoría freudiana?, publicado por Ediciones Pontevedra.


"El complejo de Caín, ¿un punto ciego en la teoría freudiana?", de Gérard Haddad (Ediciones Pontevedra, $2.000).

–¿Por qué Caín y no Edipo?

–Considero importante para la supervivencia del psicoanálisis modificar profundamente su programa centrado en el complejo de Edipo. La estructura edípica es fundamental en la construcción del sujeto, pero no es la única.

El programa que propongo consiste en la dialéctica de los dos complejos: el de Caín –o rivalidad con el hermano o la hermana– y el de Edipo –rivalidad con los padres con la Ley como corolario. Con estos dos polos se obtiene una vista en relieve de la realidad psíquica.

El complejo de Caín con la fantasía fratricida es evidente. Se presenta tanto en la Biblia como en todos los grandes mitos de los pueblos. En los Atridas, Rómulo y Remo, etc. Es un punto ciego, una represión de la doctrina freudiana. En este libro propongo levantar esta represión. Estoy convencido que esto le hará mucho bien al psicoanálisis, tanto a tu teoría como a su práctica.

–La violencia ideológica, el terrorismo y el fanatismo, los cracks y cancelaciones, las estafas y el acoso en las redes sociales, son el pan de cada día en este siglo, ¿qué puede decir el psicoanálisis sobre estos fenómenos de odio y persecución?

–El psicoanálisis puramente edípico no puede decir mucho. En el esquema teórico que propongo se puede ofrecer un principio de explicación: estamos asistiendo a un profundo declive de la estructura edípica que da lugar a la dimensión de la Ley y que modera la violencia caínica. Sin este moderador, se desata la violencia caínica. Todos los fenómenos que usted menciona son propios de un tiempo en que impera Caín.

–En su libro dice que el feminismo fue la "segunda revolución" –después de la revolución científica moderna– que consolidó la estabilidad de nuestras sociedades democráticas, salvo cuando se convierte en una "ideología a veces irritante". ¿A qué se refiere esto?

–Empecé una reflexión sobre el mundo árabe y musulmán, en particular a través de la experiencia de Túnez, mi país natal. ¿Cómo es que la brillante civilización árabe-musulmana está ahora en declive? Planteé la idea de que este declive se debería al fracaso de las dos grandes revoluciones que permitieron a Occidente dominar el mundo: la revolución científica y la revolución feminista.

En las ciudades democráticas el papel de la mujer –no hablo de ciertos excesos actuales– permite atemperar la tensión entre los hermanos, el complejo de Caín. Si existe un embrión de democracia en Túnez es porque las mujeres han conquistado allí los inicios de la igualdad.

–Dada su especialización en la cultura hebrea, ¿cómo se relaciona para usted el discurso del psicoanálisis con el discurso religioso?

–El discurso del psicoanálisis no puede en ningún caso articularse con el discurso religioso. Aquí hay un gran malentendido. Ni el discurso religioso ni el discurso político deben intervenir en las curaciones.

El psicoanálisis, como la medicina, debe ser secular. Dicho esto, añadiría que su pregunta plantea dos aspectos: en la cura, el sentimiento religioso es universal. Me uno a René Girard aquí. Debe ser analizado. De lo contrario, es trasladado a la institución psicoanalítica transformada en una iglesia o una secta.

Por otro lado, en la producción teórica: pienso que el material religioso, los textos y los ritos, constituyen un material antropológico prodigioso, un depósito milenario de sabiduría y conocimiento. Lacan nunca dejó de trabajar con este material, tampoco yo.


"El discurso del psicoanálisis no puede en ningún caso articularse con el discurso religioso", señala Gérard Haddad. Gentileza

–A propósito de Jacques Lacan, paralelamente a su trabajo como psicoanalista, se sabe que usted fue su paciente. De Lacan podemos decir que fue un hombre que se convirtió en leyenda por sus extravagancias. ¿Podría contarnos una anécdota que ilustre por qué podría ser tan amado y odiado al mismo tiempo?

–Jacques Lacan tenía dos facetas, una pública y otra más íntima. Los medios y sus enemigos insisten en la primera –el lado externo, público– pintando a Lacan como un hombre extravagante, con las sesiones cortas y su estilo tan particular.

Pero él tenía un segundo aspecto profundamente humano. Cuando llevaba a alguien a tratamiento, estaba totalmente comprometido. Confié en él completamente y esa confianza nunca fue traicionada. Dos anécdotas personales ilustran esto que estoy diciendo. Un día, cuando yo estaba profundamente desanimado, me llamó por teléfono después de la medianoche para saber de mí.

Otra anécdota: tomé la decisión de realizar estudios de medicina mientras estaba en una misión agrícola en Senegal. Le escribí. Hizo dos cosas. La primera, llamó a mi madre para escucharla decir que yo estaba muy lejos y para responderle que ella era muy amable.

Se aseguró de que nuestra separación simbólica fuera realmente efectiva. La segunda, volvió de vacaciones a finales de julio para recibirme. Para mí Lacan fue un hombre maravilloso, insoportable y maravilloso. Yo le debo mucho. Tenía completa libertad de pensamiento con él. Esa misma libertad que tomo hoy en mis teorías de ninguna manera socava este reconocimiento.

Clarin

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