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En las horas que siguieron al debate entre el presidente Joe Biden y el candidato republicano Donald Trump, la primera dama Jill Biden pasó a ocupar un rol de preeminencia pública que no había tenido hasta ahora, y se pronunció sin vueltas sobre las críticas al desempeño de su esposo en la confrontación.
29/06/2024“Entonces, hablemos del debate de anoche, porque sé que está en sus mentes”, dijo Jill Biden el viernes a los casi 60 asistentes de una cena de recaudación de fondos para la campaña en Greenwich Village, Nueva York.
El salón de la casa de piedra rojiza quedó en silencio ante la frontalidad de la primera dama, de 73 años, para abordar la cuestión de los achaques de su esposo de 81 años. Con un vestido de lunares y un par de tacones de aguja rosas, ella estaba parada detrás de un atril, con una media sonrisa.
“Como dijo Joe hoy, no es un hombre joven”, continuó con voz optimista. “Después del debate de anoche, dijo: ‘Sabes, Jill, no sé qué pasó. No me sentí tan bien’”.
Fue el detalle más íntimo que alguien en la órbita de Biden había revelado sobre cómo el presidente vio su actuación en el debate del jueves por la noche, unos lúgubres 90 minutos en los que tartamudeó, tropezó y pareció perder el hilo de sus pensamientos.
Para su esposa durante 47 años, no era motivo de pánico. “Le dije: ‘Mira, Joe, no vamos a dejar que 90 minutos definan los cuatro años que has sido presidente’”, dijo. La sala estalló en aplausos.
“Lo que sí sabe hacer mi marido es decir la verdad”, prosiguió. “Cuando lo derriban, Joe se levanta, y eso es lo que estamos haciendo hoy”.
Si alguien se había preguntado si la primera dama pensaba que su marido seguía siendo el mejor hombre para el puesto, ésta era una respuesta clara. Al igual que el presidente, es una mensajera política intuitiva que puede sentir el estado de ánimo de una multitud. Y sabe que, además de los aficionados que la vitorean, hay legiones de personas que de repente la acusan de obligar a una persona mayor a poner un pie cansado delante del otro.
Si Joe Biden considerara seriamente abandonar la carrera y permitir que un candidato más joven lo reemplace, la primera dama sería la figura más importante (aparte del propio presidente) para llegar a esa decisión.
“Jill es la voz final y más importante. Ella lo conoce y lo ama con pasión. Ella también sabe todo sobre él. La mayoría de las decisiones importantes al final se toman con Valerie y Jill”, dijo John Morgan, uno de los principales donantes de la campaña demócrata, refiriéndose a la hermana menor del presidente, quien ha dirigido casi todas sus campañas políticas.
De hecho, cuando los principales donantes del Partido Demócrata hablaron el viernes, por mensaje de texto, por teléfono o en persona, una de las preguntas más inmediatas que se hicieron fue si alguno de ellos sabía cómo conseguir una reunión o una conversación con la primera dama.
Pero fuera del círculo íntimo, algunos han pedido medidas drásticas. Joe Scarborough, de MSNBC, presentador de uno de los programas matutinos favoritos de Biden y, a menudo, su más acérrimo defensor, pidió que Biden abandonara la carrera. Lo mismo hizo el columnista del The New York Times Thomas Friedman, amigo personal del presidente.
Mientras tanto, algunos de los aliados demócratas de alto perfil de Biden han redoblado su apoyo al presidente. “Mantengamos el rumbo”, dijo el viernes a los periodistas el representante James E. Clyburn (D-S.C.). “A veces hay malas noches de debate”, escribió el expresidente Barack Obama en X, pareciendo restar importancia al desempeño de Biden como un revés superable.
La crítica de la primera dama la noche del debate había sido increíblemente optimista. “¡Joe, hiciste un gran trabajo!” dijo desde el escenario de una fiesta del jueves por la noche. “¡Respondiste todas las preguntas! ¡Sabías todos los hechos!”, le dijo la docente, en un video que se terminó haciendo viral.
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