"No mire a los presos a los ojos": cómo fue mi visita a la megaprisión de Bukele, símbolo de su controversial "guerra contra las pandillas"

"No los miren a los ojos, no hagan contacto visual"

13/02/2024EditorEditor

Esa es una de las primeras instrucciones que recibimos un grupo de periodistas al iniciar la visita al Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), la prisión de máxima seguridad construida hace justo un año por el gobierno de Nayib Bukele para miembros “de alto rango” de las tres principales pandillas de El Salvador.

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Rapados, vestidos de blanco impoluto, los tatuajes a la vista, es difícil no mirar a los presos, que se saben observados y devuelven la mirada desde el otro lado de las rejas.

Cientos de ellos están dentro de las celdas gigantes de la prisión, una faraónica obra levantada en medio de la nada que simboliza la controvertida política de seguridad de Bukele, a la que se atribuye su aplastante victoria en las elecciones del domingo.

Durante años las bandas Mara Salvatrucha y el Barrio 18 —escindidos en Revolucionarios y Sureños después— desangraron durante décadas el país.

Ya no.

“Aquí están los psicópatas, los terroristas, los asesinos que tuvieron en luto a nuestro país”, advierte el director del centro, quien se guarda el nombre pero se deja filmar.

Él será nuestro guía durante una visita coreografiada por el gobierno.

Es plena noche pero eso no importa, porque las luces artificiales nunca se apagan. Una ráfaga de aire se filtra por el techo enrejado y alivia los 35 grados que se alcanzan en el día en este espacio sin otro sistema de ventilación.

No huele a deterioro y hacinamiento, como en las otras cárceles del país; todo es nuevo, reluce, y está recién pintado.

Guardias encapuchados vigilan desde las alturas fusil en mano.

Debajo, los reos se encaraman a las literas de cuatro alturas en las que duermen, sin colchón ni sábana, contra el puro metal; en las que comen arroz y frijoles, un huevo duro y pasta con las manos. “Cualquier utensilio puede ser un arma mortal”, apunta el director.

Nada más hay entre esas tres paredes de cemento y las rejas, salvo las dos pilas en que se lavan y los inodoros que usan a la vista de todos; ni nada más que hacer que ver pasar el tiempo.

Y solo las abandonan durante 30 minutos al día, para practicar ejercicios con el peso de su propio cuerpo en el pasillo central del Módulo 3 que ahora recorremos los periodistas.

Hay otros siete pabellones como este, cárceles independientes dentro del enorme complejo penitenciario que abarca el equivalente a siete estadios de fútbol, rodeados de dos cercas electrificadas y dos muros de concreto armado, vigiladas desde 19 torres.

— ¿Hay alguien que haya entrado aquí y haya sido liberado?

— Estos psicópatas van a pasar la vida entera entre rejas.

¿Cuántos presos hay realmente en esta cárcel que, según el gobierno, es para 40.000? ¿Y cuántos esperan trasladar? ¿Cuál es la capacidad máxima de cada celda?

Son interrogantes que en BBC Mundo, a pesar de indagar durante meses para un especial sobre el Cecot que publicamos en julio de 2023, no pudimos resolver.

De esta visita nos iremos con las mismas dudas.

“Donde caben 10, caben 20”, zanja ahora el tema el director, a quien se le adivina una sonrisa tras la mascarilla anticovid que porta.

Una suerte de lección
Desde que se inauguró el 31 de enero de 2023, la BBC había solicitado el acceso a la megaprisión en repetidas ocasiones.

La invitación finalmente llegó el 6 de febrero a través de un mensaje de WhatsApp de la encargada de prensa de la Presidencia para medios internacionales: “Iremos al Cecot esta noche”. Del punto y la hora de reunión se informó media hora antes.

Dos días habían pasado desde que Bukele fue reelegido con el 85% de los votos y aseguró que su partido se hizo con casi todos los escaños de la Asamblea Legislativa, antes siquiera de que las mesas electorales hubieran contado las boletas.

A cinco días de la celebración de elecciones, El Salvador aún no conoce los resultados definitivos debido a numerosas fallas en el sistema de conteo y transmisión de votos y a las dudas generadas sobre el resguardo de las papeletas y los registros de resultados.

En la noche del domingo, desde el balcón del Palacio Nacional, Bukele celebró su holgado triunfo, destacó los resultados en seguridad de su primer mandato y se congratuló por haberlos logrado “con receta salvadoreña”, arremetiendo contra sus críticos y exigiéndoles respeto ante una multitud que lo vitoreaba desde la plaza central de San Salvador.

"Pasamos de ser el país más inseguro del mundo a ser el país más seguro de todo el continente americano. Y ¿qué dijeron? Que está violando derechos humanos", arrancó en referencia a la denuncia internacional sobre su política de mano dura.

"¿Los derechos humanos de quién?, De la gente honrada no. Tal vez pusimos prioridad a los derechos de la gente honrada sobre los derechos de los delincuentes, eso es lo único que hemos hecho y es a lo que ustedes le llaman violar derechos humanos", prosiguió sobre las críticas por haber rescindido derechos fundamentales, sacrificados por la "guerra a las pandillas".

"Yo les pregunto a estos organismos, a estos gobiernos de naciones extranjeras, les pregunto a estos periodistas: ¿por qué desean que nos maten, por qué desean ver sangre de salvadoreños, por qué no están felices que en nuestro país ya no corre la sangre que corría antes?".

Que dos días después nos llevaran a unos reporteros y cámaras de medios internacionales a la cárcel que es emblema de la política de seguridad de Bukele y de su principal herramienta, un régimen de excepción que lleva dos años en vigor y bajo el cual se ha detenido a 70.000 personas, era continuación de ese discurso que encadiló a los bukelistas la noche electoral.

Organizaciones salvadoreñas e internacionales de derechos humanos afirman que miles de esos arrestados no tienen ningún vínculo discernible con el crimen de las pandillas, y que otros se vieron obligados a colaborar, ya sea como vigías o para esconderles armas o drogas, por temor a perder la vida.

Cristosal, la principal organización de derechos humanos en el país centroamericano, ha documentado casos de tortura y más de 150 muertes bajo custodia estatal durante el estado de excepción.

En la misma línea, Amnistía Internacional criticó en un informe de diciembre la "sustitución gradual de la violencia de las bandas por la violencia estatal".

BBC

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